Hablábamos en la primera entrega de este artículo en dos partes, de la exclaustración de los franciscanos llevada a cabo por el Ayuntamiento de Caspe en el verano de 1932: http://amadeobarcelo.es/caspe-1932-el-desahucio-de-los-franciscanos-y-la-apertura-del-instituto-joaquin-costa-parte-i
Continuamos con la narración, ahora, con la puesta de largo del centro de enseñanza media:
El 3 de agosto de 1932 la ciudad de Caspe recuperaba, cuarenta y tres años después, las instalaciones del Convento de San Agustín. Tres meses después el alcalde Agustín Cortés –ya recuperado-, acompañado del juez de instrucción y del capitán de la Guardia Civil, presidían la solemne inauguración de las nuevas instalaciones educativas. El calendario señalaba 11 de noviembre de 1932. Lo más granado de la sociedad caspolina se daba cita en el antiguo convento: junto a varias autoridades civiles, militares y eclesiásticas, abarrotaban el lugar maestros y maestras nacionales, los jefes de Correos y Telégrafos, los presidentes de Sociedades y Círculos, Casinos, Juntas de regantes…, en definitiva, “todo cuanto de distinguido encierra la población”. Hilario Heredero, aunque de modo provisional, fue el primer secretario y director del centro, por lo que fue el encargado de dar lectura a la disposición ministerial por la que se concedía el centro de Segunda Enseñanza a Caspe. Tras una conferencia por parte del profesor de letras, Jesús Alda, cerró el acto el alcalde declarando inaugurado el curso en nombre del presidente de la República[1].
Pronto llegaron los primeros alumnos. Un mes después La Voz de Aragón relataba cómo habían transcurrido los exámenes de ingreso en el centro:
“El Colegio Oficial de Segunda Enseñanza de Caspe, inaugurado el 11 del pasado mes de noviembre, celebró el día 5 del presente los exámenes extraordinarios de ingreso que por concesión especial fueron autorizados por la Superioridad.
“Veinticuatro fueron los alumnos aprobados en dicho examen, cuyos nombres son los siguientes: Manuel Poblador Guiu, Consuelo Martínez Martínez, Encarnación Ferrer Lizano, María Pallarés Borraz, Facundo Menés Cucalón, Carmen Vicente Royo, Josefa Arcega Velilla, María Pilar Gascón Sola, José María Bayo Sanjuán, María Cubeles Zaporta, Casimiro Cubeles Zaporta, Jesús Fuertes Tapia, Emilio Tesán Calvo, Leoncio Piera Albiac, Fernando Piera Guiral, José María Guiral Garcés, José Balsebre Ferré, Jesús Villalba Poblador, Jenaro Pallás Monserrat, Manuel Marín Cantalapiedra, José Sancho Guiu, Fernando Rodríguez Altomarín, Emilio Bonet Bonastre y Ramón García Jariod.
“El tribunal examinador lo constituyeron los profesores don Francisco de Paula Ribelles Barrachina, don Hilario Heredero Pardos y don Domingo Puntes Cubeles. El miércoles, día 7, se verificaron las oposiciones a matrícula de honor, que juzgaron los dos primeros señores antedichos y don Jesús Alda Tesán. Entre catorce aspirantes fueron elegido slos cinco siguientes: Casimiro Cubeles Zaporta, José Balsebre Ferré, Jenaro Pallás Montserrat, Jesús Villalba Poblador y Manuel Marín Cantalapiedra, que, a pesar del examen fuerte a que fueron sometidos, salieron airosos.
“Este colegio, que con una matrícula aproximada de 50 alumnos funciona regularmente, tiene cinco profesores, los cuatro nombrados y don Salvador Amada Sanz, quienes están dispuestos a poner todo su entusiasmo porque medre esta feliz idea de los que crearon tal Centro docente y tienen en proyecto grandes iniciativas a desarrollar (…)”[2]
Muy pronto el Instituto se convirtió en un gran referente para la cultura local. En abril de 1933 el periódico caspolino El Guadalope publicaba un número extraordinario patrocinado por el Instituto de Segunda Enseñanza con ocasión de la Fiesta del Libro. Entre las firmas colaboradoras se contaban las del alcalde Cortés, el diputado Darío Pérez, el vicerrector de la Universidad, el párroco de Caspe, los hermanos Albareda o el director del Instituto Francisco de P. Ribelles Barrachina[3].
Es indudable que el nuevo instituto aportó aire fresco al panorama educativo local. Es probable que fuera deudor en cierto modo del proyecto pedagógico progestista conocido como Institución Libre de Enseñanza, tal y como apuntó Alberto Serrano: “parece deducirse que, empezando por el mismo nombre, el “Instituto de Segunda Enseñanza Joaquín Costa” de Caspe, cumple muchas de las premisas para considerarlo ligado de algún modo si no con la Institución, sí con su filosofía de actuación”[4]
A pesar de la buena marcha del Instituto, la polémica sobre la propiedad y uso de las instalaciones se prolongó durante toda la etapa republicana, llegándose, incluso, a los tribunales. Los frailes no solo reclamaban que les fueran abonadas las mejoras hechas a expensas de la Comunidad, sino que interpusieron una demanda para recuperar la posesión del edificio[5].
A raíz de la victoria de las derechas en noviembre de 1933, Caspe pudo, de nuevo, quedarse sin educación secundaria. Un año después se publicaba el listado de institutos que iban a suprimirse, estando el de Caspe entre ellos[6]. Todo parecía indicar que la Ley de Restricciones iba a llevarse por delante al novel Instituto Joaquín Costa. Las protestas, de nuevo, volvieron a la calle. Así lo recordaba José Sanz:
“Se organizó una manifestación donde participaron los alumnos del Instituto y los del Colegio Compromiso. Los manifestantes no llegábamos a los 14 años de edad. Seríamos unos 500, pero aun así, gentes de la derecha nos amenazaron en la Plaza de España, frente al ayuntamiento. Afortunadamente no fue clausurado”[7].
¿Por qué Sanz habla de gentes de derechas, dando a entender que eran contrarias al mantenimiento del centro educativo? ¿Estaba en lo cierto? Al parecer, la polémica del Instituto no solo afectaba al Ayuntamiento y la Orden Franciscana, sino que, a poco que nos adentremos en el tema, entenderemos que un segundo conflicto relacionado con la apertura del Instituto latía bajo la epidermis de la sociedad local. En agosto de 1934, el alcalde José Latorre Blasco dirigía una carta al ministro de educación, Marcelino Domingo, manifestándole que el Instituto de Caspe: “tiene por enemigos a la mayor parte de los reaccionarios de Caspe que no quieren que los pobres puedan adquirir la misma cultura que sus hijos. Tenemos, todos, la obligación de defenderla”[8]. Según la afirmación de Latorre, en aquel tiempo en el que mandar a los hijos a estudiar en Zaragoza o Barcelona solo estaba al alcance de los más ricos, la creación del Instituto Joaquín Costa hacía tambalear los cimientos del statu quo social.
Apuesto, sin embargo, por un escenario todavía más complejo.
Tras los sucesos de octubre de 1934, el equipo de gobierno de Caspe, designado arbitrariamente por el gobernador civil, era conservador. Pero quizá aquella corporación derechista, a la altura del septiembre de 1935, consternada tras el asesinato de José Latorre Blasco un mes antes, comprendió que había que dejar de encerrarse en la caverna. Es posible que el alcalde y sus ediles entendieran que la enseñanza secundaria no solo era un derecho para los ciudadanos de Caspe, sino que era sinónimo de progreso. Jóvenes de otras localidades cursaban sus estudios en Caspe, e incluso algunos de ellos pernoctaban en el centro. Pero además, cinco años después de la apertura del Instituto las cosas tampoco habían cambiado tanto: la mayor parte de los hijos de los pobres seguían sin hacer uso de la educación secundaria porque se veían obligados a ayudar a la familia en las tareas del hogar o del campo.
Sea como fuere, en septiembre de 1935 se formó una comisión con lo más granado de la sociedad caspolina. Viajaron hasta Madrid para tratar el asunto del cierre del Instituto. Varios de los comisionados eran figuras de primera fila de la derecha local (alguno de ellos moriría fusilado durante el verano siguiente). Formaron parte de la comisión Daniel Rabinad y Mariano Riva, alcalde y secretario del Ayuntamiento; Miravete por la CEDA y Junta de Regantes; Pío Magallón del Partido Radical. Junto a ellos, destacados izquierdistas como Luis Julbe por la Agrupación Republicana, el joven Francisco Blasco como representante del Casino Principal, y por encima de ellos el gran político local, Rafael Bosque, como representante de Izquierda Republicana. Incluso la Junta de Panaderos y el Gremio Aceitero estuvieron representadas. Los diputados Torrente y Mateo Azpeitia, caspolino este último, hicieron las veces de padrinos de la nutrida comitiva en el Ministerio de Instrucción Pública. Allí, González Cobos les comunicó que no se preocupasen porque el Instituto de Caspe se había incluido en la ley de Restricciones erróneamente[9].
El instituto continuó en uso durante la Guerra Civil. Por entonces alojó a niños de primaria. El internado funcionó a pleno rendimiento. Después, los vencedores de la guerra se esforzaron en echar abajo los logros educativos de la Segunda República. El instituto Joaquín Costa desapareció para siempre[10], mientras siete de sus docentes eran depurados[11]. Los padres franciscanos volvían a ocupar el convento, el cual no abandonarían definitivamente hasta julio de 2015. Una parte importante del edificio fue rehabilitada en los años 90 y se destina desde entonces a actividades culturales. Actualmente, el Ayuntamiento de Caspe, propietario de todo el espacio antes ocupado por los franciscanos, está llevando a cabo obras en el claustro y antiguo huerto a través de la Escuela Taller. Por el momento, la aspiración es hacer del claustro un espacio cultural y del huerto un parque público. En un futuro, pretenden intervenir en el resto del edificio a través de sucesivas escuelas taller.
En educación los tiempos han cambiado para bien. En Caspe, la educación secundaria necesita ahora mucho más espacio que en los años 30. Hace mucho tiempo que el Instituto ya no cabría en los franciscanos. Pero, de algún modo, los deseos de aquella corporación republicana se cumplen diariamente gracias a los usos culturales del antiguo convento.
[1] La Voz de Aragón, 15-11-1932, p. 8. Anotamos como curiosidad el nombre de la ponencia de Alda: “Civilización, cultura y progreso”.
[2] La Voz de Aragón, 13-12-1932, p. 12.
[3] La Voz de Aragón, 26-4-1933, p. 7.
[4] SERRANO DOLADER, Alberto, Op. Cit, p. 262.
[5] La Voz de Aragón, 20-6-1934, p. 2.
[6] El Día, diario de información defensor de los intereses de Alicante y su provincia, 19-12-1934, p. 2.
[7] Testimonio de José Sanz en CIRAC FEBAS, Jesús: “Caspe 1936. Anatomía de una leyenda urbana”, Los años de los que no te hablé, AACCC, Caspe, 2010, p. 80.
[8] Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) PS Madrid, carpeta 981 (carta de José Latorre Blasco a Marcelino Domingo unos días después de entrevistarse con él en Madrid).
[9] La Voz de Aragón, 24-9-1935, p. 10.
[10] Si bien la educación secundaria volvió a impartirse en el edificio tras la creación del Instituto Nuestra Señora del Pilar, ya en funcionamiento en 1953.
[11] AMADA MUR, Lourdes y AMADA CINTO, Mariano: “El Instituto de Caspe durante la II República”, Cuadernos de Estudios Caspolinos 29, CECBAC, Caspe, p. 145.