Categorías
Historia medieval y moderna

Don Juan, Comendador de Caspe ¿año 1368?

Comunicación presentada en el simposio sobre Juan Fernández de Heredia celebrado en Caspe en octubre de 2010

Año 1368. Resuenan todavía en la cristiandad los ecos del proceso contra los templarios. En la Corona de Aragón, tras la disolución de la Orden del Temple, la Castellanía de Amposta ha viso aumentar sus posesiones de un modo formidable. En el Castillo de Caspe se trabaja a destajo; el fortín sanjuanista va a tomar pronto un aspecto casi palaciego. Por aquél entonces, se actúa también en el templo consagrado a Santa María la Mayor, anexo al castillo. ¿De dónde provienen los fondos para tan importantes obras?

Cincuenta años atrás, en Munébrega, nace Juan Fernández de Heredia. Criado en la Corte de Zaragoza –en la que su padre ejerce como Mayordomo y caballero de Jaime II- ingresa en la Orden de San Juan del Hospital hacia 1328. La toma del hábito, según el gran estudioso sobre la Orden, Bosio, pudo celebrarse en Caspe.

Cinco años después es ya lugarteniente del comendador de Alfambra y pronto será comendador de dicha villa y, a la vez, de Villel. Heredia es Consejero Real de Pedro IV antes de terminar la década y participa en el concilio entre los reyes de Castilla y Aragón que fructifica en la coalición contra los moros de Granada.

Seguimos con su biografía en modo abreviado. Entre los años 1341 y 1344 la Orden inicia un proceso contra él acusándole de gobernar fraudulentamente sus encomiendas, y poco después, se le imputa pretender el puesto de Castellán. Todo esto supondrá que Don Juan sea detenido dos veces y que sus posesiones sean secuestradas por la propia organización religiosa y militar. Pero no por mucho tiempo. En 1344 recupera sus concesiones, consigue además la de Cantavieja y administra también el plato fuerte de la Castellanía, la Encomienda de Zaragoza. Otro de los magnos eruditos en torno a la Orden del Hospital, Delaville, afirmaba que si Heredia fue Comendador de Caspe sólo pudo serlo entre 1341 y 1345.

Demos ahora un salto temporal. En 1394, Don Juan es Gran Maestre de la Orden del Hospital y está preparando su reposo eterno en Caspe. Compra el tercer inmueble de la acrópolis caspolina -el palacio Sesé- para fundar en él un convento sanjuanista;  a la vez, obtiene la bula necesaria para que la rectoría de la iglesia de Santa María pase a la Orden; y por entonces, comienzan las donaciones a Caspe de exquisitas reliquias como el cáliz procedente de la fábrica de Aviñon -que luego sería utilizado en la misa del 28 de junio de 1412- la Santa Espina, las cabezas de San Fortunato y de las santas Úrsula y Úlvadesca –conocidas aquí como las Pascualas– y sobre todo, la cruz pectoral del papa Clemente VII, la Veracruz que, según la tradición cristiana, contiene un gran fragmento de la Cruz de Cristo.                                                                                                                                                                                                                   

La pregunta que indudablemente surge es ¿Por qué Caspe?

Desde que hacia 1328 Heredia toma el hábito, hasta el final de siglo cuando dispone lo necesario escogiendo Caspe para ser enterrado, algo sucede entre Don Juan y este lugar en estos casi setenta años. ¿Qué se nos escapa?

Es posible que la solución al enigma se encuentre en los textos de los principales investigadores sobre la historia de la Orden. Según estas teorías -como hemos apuntado anteriormente- o bien Heredia recibió su hábito sanjuanista en Caspe, o quizás fue el comendador en la primera parte de la década de 1340. Esto era lo que conocíamos sobre el asunto hasta hace muy poco.

En el año 2006 tuve la oportunidad de consultar varios documentos conservados en el Archivo Histórico Nacional procedentes de los fondos de la Castellanía de Amposta; allí escruté un legajo fechado en 1803, que con el título Apuntaciones para la defensa de los derechos del convento de San Juan Bautista de la Vila de Caspe, remite a tiempos pasados al recordar los sucesos más destacados en la larga historia de la Orden en el lugar. Estos hechos, según se lee, fueron recogidos mucho antes en el manuscrito conocido como Libro de Actas Capitulares. En uno de los pasajes, el legajo de principios del siglo XIX habla de Don Juan como Castellán de Amposta y a la vez Bailío de Caspe en el año 1368.

La primera reacción puede llevar a pensar que la novedosa información que plantea el documento es, cuando menos, cuestionable. Principalmente por lo tardío de la fecha. Al respecto, es necesario recordar que por aquél entonces, 1368, Heredia era ya una figura de proyección internacional, siendo desde hace más de diez años Castellán, Prior de Castilla, Saint Giles, y a la vez, lugarteniente del Gran Maestre, lo que en la práctica suponía rivalizar con el máximo mandatario de la Orden en Rodas. Tanto es así, que a finales de la década de los sesenta surgió una bula que hoy nos parece hecha a medida contra los intereses de Don Juan. Por ella, ya no se permitió poseer varios prioratos a la vez y se obligó a residir a los comendadores en sus territorios asignados. Con lo cual, ¿Cómo podía ser Heredia el Comendador de Caspe en ese año?

Hay otro dato que no debemos pasar por alto y que desacredita al documento citado si revisamos la información legada sobre la organización interna de la Orden: el Castellán de Amposta no podía ser, a la vez, comendador de ninguna encomienda. 

Valorando lo expuesto, podríamos llegar a la siguiente conclusión: Don Juan no era el comendador de Caspe en el año 1368. Por lo que, o bien en el Libro de Actas Capitulares, o en la trascripción del siglo XIX, se produjo un error al datar la fecha.

Pero si dejamos reposar la información y cotejamos la biografía de Don Juan con lo que sucedía en aquellos años en la acrópolis caspolina, surgen nuevas hipótesis.

Varios especialistas –entre los que destaca el caspolino Don Manuel Pellicer Catalán, doctor emérito de la Universidad de Sevilla- datan las obras del recrecimiento del castillo y  manufactura de la soberbia portada gótica de Santa María, en la segunda mitad del siglo XIV. A la vez, Pellicer aprecia en la fábrica rasgos inequívocos del mecenazgo de Heredia, sobre todo, por la similitud de los nuevos paños del castillo con el Palacio Papal de Aviñon.

Lo expuesto por Pellicer no difiere mucho de la teoría de Delaville, por la que, si recuerdan, Heredia pudo ser el comendador caspolino hacia 1341. Bien pudiera ser que las obras se ejecutaran, en realidad, uno años antes de la segunda mitad del silgo XIV, siendo Don Juan el comendador. Pero cuesta creer que un joven sanjuanista -a pesar de que ya entonces gozaba de algunos cargos de relativa importancia- pudiera apadrinar hacia 1341 las importantes obras en la acrópolis. Difícil con su fortuna personal; complicado hacerlo disponiendo de fondos de la Castellanía que todavía no gobierna; y mucho menos pudo ejecutarse tan monumental trabajo con los fondos de la propia encomienda local.

Llegados a este punto, es el momento de plantear mi propia teoría. Las obras en el castillo y la iglesia se datarían, como bien expuso Pellicer, en el segundo tramo del siglo XIV, con Don Juan como Castellán de Amposta. Pero como hemos citado anteriormente, no pudo ser a la vez Castellán y Comendador de Caspe. Mas, debemos tener en cuenta un detalle importante: estaba permitido que el Castellán tuviera asignadas hasta cuatro encomiendas para su disfrute y mantenimiento, las llamadas Cámaras Priorales, y Caspe fue habitualmente una de las encomiendas escogidas como Cámara Prioral por los castellanes. Con lo cual, muy probablemente, nuestra ciudad fue una de las cuatro priorales que Don Juan tenía asignadas en 1368. Esto significaba, en la práctica, que la encomienda le pertenecía.

Valorando estos datos, llegamos a la siguiente conclusión: Don Juan, el Castellán, disfruta de la encomienda de Caspe como una de sus priorales, y quiere recrecer el castillo y ensalzar la iglesia mayor.  Pero, ¿quién pagará el coste de tan importantes obras? Veamos lo que nos dice el documento del Archivo Histórico Nacional refiriéndose al año 1368.

(…) se celebró Capitulo Provincial en Caspe a donde parece le llamó algún motivo particular, e es de presumir fuese el de la reedificacion, o fabrica de su Iglesia Parroquial a la que miro siempre con singular aficion (…)

Si esta hipótesis que planteo es cierta, en dicho capítulo de la Castellanía Don Juan hizo algo más que hablar de lo espléndida que luciría la iglesia de Caspe a resultas de las obras. Lo que consiguió en ese capítulo regional fue los fondos de la Castellanía de Amposta para las obras en la iglesia de Caspe.

Varios estudios afirman que Don Juan, en sus últimos años de vida, escogió Caspe para instalar aquí su retiro eterno. Por mi parte, creo que, años antes de ser Gran Maestre, ya había decidido dónde reposaría para siempre. Aquí,  junto a los ríos Ebro y Guadalope.

Todavía nos resta averiguar la primera pregunta: porqué Caspe. Quizás la solución nos la dio Bosio cuando anotó que Don Juan recibió la primera dignidad como sanjuanista en Caspe. Incluso pudiera ser que fuera comendador hacia 1340. ¿Quedó prendado por el lugar? O por el contrario, ¿hubo algo más que motivos emocionales? Quizás desde que residió en Caspe siendo muy joven, le ataron a nuestra ciudad algo más que lazos espirituales. Posiblemente, nunca lo sepamos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *