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EL JARDÍN DE LA ESCUELA DE LA HERRADURA: DONDE FLORECE LA HISTORIA

En demasiadas ocasiones hablamos del término de Caspe lamentándonos por el abandono de algunos parajes, maldiciendo a quienes llenan de basura las orillas del río o quejándonos de que no se adecúen ciertos espacios rústicos de grandes posibilidades. Pero a veces toca sentirse orgulloso por lo bien que se han hecho las cosas en nuestro entorno. Esto es lo que ocurre con la escuela de la Herradura, donde la suma de varios factores ha hecho posible que el exterior de la misma se haya convertido en un lugar de imprescindible visita.

Antigua fila de la acequia recuperada

Una brillante iniciativa ideada por los antiguos herraduranos ha transformado la explanada previa a la antigua escuela en un jardín cargado de historia. Donde antes jugaban los niños afloran ahora los recuerdos homenajeando a las familias que vivieron en las diferentes partidas de la Herradura, huerta y pedanía de Caspe anegada por el Pantano de Mequinenza en 1964.

La escuela vista desde el jardín de acceso
Plano de la Herradura en el interior de la escuela

Una herradurana me cuenta que, abandonada durante décadas, la escuela fue restaurada en 2006 a través del tesón de la Cofradía de Santa Bárbara, contando con la receptividad del entonces concejal de patrimonio (Manuel Bonastre) y el imprescindible apoyo económico del Ayuntamiento. Vecinos de la huerta, voluntarios de la cofradía, ciudadanos de Caspe y los gerentes de la finca de la Herradura han contribuido al embellecimiento del espacio, aunque es la constante dedicación y el mantenimiento -a través de sus propios medios- del herradurano José Zuriguel lo que ha hecho posible que la antesala que da acceso a la escuela sea ahora un bonito escenario de reencuentro con el pasado.

Varios olivos evocan las diferentes partidas. A la izquierda de la escuela –mirándola de frente- losas blancas incrustadas en el suelo representan la composición del aula: la profesora y los alumnos en sus pupitres. Aunque sin duda, lo más destacable del espacio al aire libre son las piedras y otros elementos que provienen de los antiguos hogares actualmente bajo el Ebro. Hace ya unos años que se rescatan piedras cada vez que baja el río y se distribuyen por la explanada de la escuela. Ahora, unas pequeñas placas rotuladas recuerdan a qué familias pertenecían las piedras que pueblan el jardín.  

Escenificación de la maestra con los alumnos. A la derecha, la piedra grande con otras más pequeñas a su alrededor simboliza a un alumno mayor que hacía de maestro para los pequeños.

Es un lugar cargado de sentimientos; junto a los fragmentos recuperados de las viejas torres una placa recuerda Arshad Muhammad, uno de los pakistanís que perdió la vida en el trágico accidente del puente del Ebro en febrero de 2020. Arshad contribuyó al embellecimiento del exterior de la antigua escuela.

Hasta la llegada de la pandemia el último domingo de mayo seguía celebrándose la festividad y la presencia de herraduranos todavía era notable, aunque los asistentes cada vez son más mayores. Quizá se acerque el momento de que aquellos que ya no vivieron en la Herradura pero sí provienen de ella tomen el testigo. Al fin y al cabo, son sus raíces.

Por el momento, sean o no herraduranos, desciendan o no de la Entrada, el Soto, la Val o la Malamaison, les animo a visitar este jardín. Se trata de algo más que un bello espacio: un puñado de piedras lo han convertido en el lugar más emotivo del entorno rural de Caspe.

Trujal recuperado por la cofradía

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