Nos desplazamos hoy hasta el este del término municipal de Caspe, a la huerta de Miraflores. Allí, bañado por el río Guadalope, se encuentra el soto de las Barberanas.
El paraje y su generosa vegetación embriaga: en los últimos metros antes del vado que cruza el río, árboles y arbustos del terreno acompañan nuestro recorrido: olmos y chopos, cañas, tamarices o, según la época del año, moreras, forman el pasillo que baja hasta el Guadalope.
Cuando llegamos hasta el soto una imponente construcción humana, en estado ruinoso, nos recibe. Se trata de la Torre de los Miravete-Barberán, un gran edificio solariego con dependencias anexas que acaba de cumplir (dando por buena la inscripción de la entrada principal) 200 años. La parte que da al camino, junto con las tierras más cercanas, pertenece a los Miravete. La trasera a la familia Barberán (de ahí lo de «las Barberanas»). Hasta hace no muchos años hubo medieros residiendo dentro de la casona.
Sin embargo, sus potentes dimensiones, sus jambas y dinteles de buena piedra, los sillares y sillarejos en su base, no son capaces de enmascarar la realidad: la mayor parte del edificio se construyó en adobe. Hace ya años que todo el conjunto amenaza ruina. La Torre de las Barberanas en el soto del mismo nombre, es otro de esos lugares de nuestro término que en pocos años acabará hundiéndose por completo.
El soto es también punto de confluencia de dos rutas: el Sendero del Guadalope y el PR-153. El tramo en dirección hacia el Salto de la Cierva ha sido recientemente desbrozado por parte del Ayuntamiento de Caspe y se está trabajando en su adecuación completa. La Comarca ha reseñalizado este y el resto de rutas PR. Es una buena noticia y una excusa perfecta para acercarse a caminar por la zona.
