Publicado en El Agitador el 28-7-2016
El pasado domingo Caspe saldó buena parte de una vieja deuda. A raíz del artículo editado por Público (http://www.publico.es/politica/capitan-guardia-civil-utilizo-escudos.html) la familia Latorre se puso en contacto con Bajoaragonesa de Agitación y Propaganda. Era su intención visitar Caspe el 24 de julio, precisamente 80 años después de un día marcado por el drama en sus vidas y a sangre y fuego en los anales locales. Aquella mañana el capitán Negrete liberó a la bestia que llevaba dentro y en tan solo unos minutos asesinó junto al Hotel Latorre al sastre Vicente Galve, al teniente de la Guardia Civil Francisco Castro Adelantado y al abogado Alejandro Blasco. Los Latorre conocen bien la historia porque varios miembros de su familia tuvieron mucho que ver en ella. Negrete sacó del Hotel por la fuerza a la abuela, Paca Blasco, su nuera y viuda de José Latorre, Josefa Verdaguer, y sus dos retoños, Paquita y Bernardo, un bebé de poco más de un año, y los utilizó como escudos humanos en una improvisada barricada con la que pretendía avanzar, calle abajo, a salvo del fuego enemigo. Quería alcanzar su casa, ya copada por los milicianos, y traerse consigo a su esposa. Para ello se sirvió de Josefa y de sus dos hijos. Avanzó por el Coso protegido por sus cuerpos pero no pudo cumplir su objetivo porque un certero disparo acabó con él.
Pero en el trasfondo de la visita planeaba un segundo drama. Once meses antes de aquel arranque homicida de Negrete, una mezcla de odio personal y político provocó que el hermano del otro José Latorre que fue alcalde, Arturo Latorre Timoneda, disparase mortalmente sobre su primo José Latorre Blasco. Una semana después fallecía quien debía seguir siendo alcalde de Caspe (el gobernador civil le había depuesto a raíz de los sucesos de Asturias: poco le importó que en Caspe apenas se hubieran producido altercados).
Cuando todo aquello pasó, cuando los ciudadanos trataron de rehacer sus vidas y mirar hacia delante, la “Nueva España” se encargó de recordar siempre quiénes eran los vencedores y quiénes los vencidos. Bernardo era solo un niño cuando pasaba, casi a diario, por la calle capitán Negrete. Sin embargo, para él tenía otro nombre: “calle del capitán cobarde, la llamaba yo de niño”. El nombre de Negrete, junto al de otros “mártires” (en realidad algunos sí lo fueron), lucía –y todavía luce- en la fachada de la iglesia. En aquellos años el asesino de su padre, Arturo Latorre, disfrutaba de su nuevo status como hombre del régimen: “recuerdo una vez que caminábamos mi madre y yo por la acera y nos tuvimos que bajar porque nos cruzamos con él, que entonces era quien era”. Mientras, el nombre de José Latorre Blasco dormía en el baúl del olvido. Cuando por fin llegó la democracia la corporación socialista honró su memoria bautizando una nueva vía con su nombre: calle José Latorre (la familia desea que se añada el apellido Blasco al nombre de la calle porque como ya hemos dicho, hubo otro José Latorre que fue alcalde; nosotros creemos que es una justa reivindicación).
Volvamos de nuevo al domingo. Unos días antes desde BAP sugerimos a alcaldía que ante próxima visita del grupo encabezado por el hijo de José Latorre Blasco, Bernardo, junto a su esposa, hijos y nietos, se podría llevar a cabo por parte del Ayuntamiento de Caspe una pequeña recepción. El alcalde de Caspe, Jesús Senante, aceptó sin dudarlo: arropado por dos miembros de su corporación y varios compañeros de Bajoaragonesa acompañó a la familia Latorre en su visita a la casa consistorial. Los Latorre conocieron los libros de actas municipales de la época de José. Escucharon atentos las explicaciones de lo que subyacía tras aquel disparo la trágica noche del 4 de agosto de 1935: José y sus concejales quisieron depurar responsabilidades y hacer pagar el importante desfalco cometido por la corporación de su primo lejano José Latorre Timoneda, y hermano del autor del disparo mortal, Arturo Latorre.
No todo fue recordar momentos aciagos. Los Latorre supieron cómo era el Caspe durante el mandato de José; visitaron el salón de plenos que durante 18 meses presidió su antepasado; pasearon por las calles de la ciudad y se llevaron una grata sorpresa: la familia de Alejandro Blasco, en el día en el que se cumplían 80 años después de su muerte, también había acudido a la ciudad. Una de sus paradas fue el Cementerio de Caspe, donde honraron la memoria de su tío que ahora descansa tras una renovada lápida.
Bajo la fachada consistorial el pasado y el presente se unieron de nuevo: José Latorre estrechó la mano de Alejandro Blasco. José Latorre, primogénito de Bernardo y nieto del primer edil, saludó a Alejandro Blasco, sobrino del abogado (cuatro sobrinos de Alejandro Blasco llevan su nombre). Los Latorre charlaron con los descendientes de aquel que dio su vida al enfrentarse a Negrete queriendo proteger a las mujeres y niños. Todos juntos bajamos hasta la plaza Soberanía Nacional y recordamos aquella trágica mañana. Con el propósito de nunca olvidarlo pero sin ánimo de venganza, Antonio, sobrino de Alejandro Blasco, pronunció una frase bajo el rótulo de la calle Coso, aquella que llevó el nombre de su tío Alejandro durante los meses “rojos”, y el del capitán Negrete durante el franquismo: “calle del Coso es como debe seguir llamándose”.
Ocho décadas después los Blasco y los Latorre se marcharon de Caspe. Pero esta vez lo hicieron satisfechos. No es para menos: por fin Caspe está más cerca de reconciliarse con una página de su historia, con la historia de José Latorre Blasco a quien su nieto, el cantante Juantxo Skalari, recuerda en todos sus conciertos: José República.