Publicado en El Agitador el 18-3-2015
Si en el anterior artículo (http://amadeobarcelo.es/juan-fernandez-de-heredia-vida-y-obra-del-primer-humanista-aragones) exponíamos un resumen de la trayectoria de Juan Fernández de Heredia haciendo hincapié en las dos facetas más relevantes de su vida -su mecenazgo como adelantado humanista y su brillante carrera como sanjuanista-, hoy haremos lo propio con otro de los aspectos más significativos del personaje: su relación con Caspe. Porque resulta paradigmático que uno de los hombres más importantes de su tiempo, acaudalado, muy poderoso y de sobras relacionado con las jerarquías monárquicas y eclesiásticas, escogiera una lugar alejado de todos los centros de poder para reposar eternamente.
Todos los especialistas coinciden en señalar a Juan Fernández de Heredia como el mayor responsable de dignificar y recrecer el templo caspolino -Santa María la Mayor- en el último tramo del siglo XIV; como ejemplo, una de sus partes más emblemáticas, la portada gótica mediterránea, fue construida en esa época. Como después veremos, también fue Heredia quien obtuvo la propiedad y derechos de dicha Iglesia, quien fundó el Convento sanjuanista, amplió el Castillo hoy conocido como “del Compromiso”, dotó el conjunto de importantes reliquias, y puso en pie una biblioteca merecedora de elogios por parte del rey de la Corona de Aragón. Pero, ¿por qué?
No sabemos, y quizá nunca sepamos, cómo y cuándo dio comienzo la vinculación de Heredia con la entonces villa de Caspe. Una teoría apunta que su familia poseía propiedades en Caspe antes de la llegada de Don Juan a Caspe (Ledesma Rubio, 1994: 78). Por otra parte, Delaville (prestigioso investigador sobre la Orden del Hospital), si bien asegura que no hay constancia documental de la presencia de Don Juan en Caspe, afirma que si fue comendador de Caspe (el título de Bailío no lo obtuvieron los dignatarios de Caspe hasta un siglo después) solo pudo serlo entre 1341 y 1345. Otro gran estudioso de la Orden, Bosio, señala que Heredia obtuvo su primera dignidad como sanjuanista en Caspe.
Sin dejar este asunto, en el Archivo Histórico Nacional puede consultarse un documento de 1803 titulado Apuntaciones para la defensa de los derechos del convento de San Juan Bautista de la Villa de Caspe (AHN OOMM. Leg 8221/2. doc 29) que permite manejar nuevas hipótesis. En la página 29 del texto citado se nombra a Heredia como Castellán de Amposta y «Baylio» de Caspe: “dignidad que gozaba en el año 1368, cuando celebró Capítulo Provincial en Caspe a donde parece le llamó algun motivo particular, e es de presumir fuese el de la reedificacion, o fabrica de su Iglesia Parroquial a la que miro siempre con singular aficcion”.
El año 1368 coincide con la teoría defendida por varios especialistas en cuanto a las obras de la Iglesia y el Castillo de Caspe, quienes señalan que a mediados del siglo XIV el baluarte fue ampliado a conciencia (lado norte) y se reedificó en su vertiente este para convertirse en un palacio fortificado que, hasta su destrucción casi total en el siglo XIX, recordaba al Palacio de los Papas de Aviñón. Es posible que la magnificencia del Castillo –continente y contenido-, fuera el motivo por el cual el rey Juan I lo visitase en el año 1391. Se tienen referencias de una carta del monarca (Cacho Blecua, 1997: 205) en la que decía a su amigo Juan Fernández de Heredia que había subido al Castillo, había entrado en el «archivo de sus libros» y había examinado varios. Allí escogió uno y lo llevó con él.
Sabemos también que Heredia fue el responsable de la unión de la Rectoría de la iglesia de Santa María a Preceptoría de la Orden en 1388. Esto significó que el templo y sus derechos dejaron pertenecer al Arzobispado de Zaragoza y, gracias a una bula papal, pasaron a ser propiedad de la Orden. Del mismo modo, poco después nuestro protagonista compró un palacio de la familia Sesé -pagando por él 60.000 sueldos jaqueses- donde fundaría el Convento de la Orden de San Juan de Caspe (sobre el convento ver http://www.bajoaragonesa.org/elagitador/el-convento-sanjuanista-de-caspe/). Quedaba de este modo configurada la “acrópolis” caspolina gracias a la intervención directa de Juan Fernández de Heredia.
Es evidente que cuando nuestro protagonista llevó a cabo sus últimas intervenciones en cuanto a obras y adquisiciones, ya había planeado que sus restos mortales reposaran para siempre en Caspe. En aquel tiempo, la categoría de los edificios religiosos se medía, además de por su fábrica, por la importancia de las reliquias que contenían. Con lo cual, faltaba dotar a la villa bajoaragonesa de tesoros acordes con la magnificencia del personaje. El cáliz conocido como “del Compromiso” (fue utilizado en la misa de proclamación del nuevo rey el 28 de Junio de 1412), fue una de las principales donaciones de Don Juan a Caspe. Fabricado en Aviñón, es de plata sobredorada y en su base contiene escudos con las armas de la familia Heredia y la cruz llana de la Orden de San Juan (actualmente puede contemplarse en el interior de la iglesia parroquial). Heredia también donó otras reliquias como la Santa Espina, la cabeza de Santa Ursula, la cabeza de Santa Ulvadesca y la cabeza de San Fortunato, todas ellas desaparecidas durante la Guerra Civil.
Pero sin duda, entre los legados de Heredia destaca la cruz de uso personal que su buen amigo el papa Clemente VII le obsequió. La Vera Cruz de Caspe -que según la tradición contiene un gran fragmento de la cruz de Cristo-, mide 35 cm. y está compuesta de dos partes: la primera corresponde al relicario primitivo o interior que contiene el Lignum Crucis que Clemente VII llevaba en su pectoral. La parte exterior de la cruz, de plata sobredorada, es el relicario “moderno”, mayor que el primero, con crestería y cabezas de angelitos en sus extremos (esta cruz externa es posterior a la venida de la reliquia a Caspe y anterior a 1605). La Vera Cruz se sostenía en un pie (hoy desaparecido) en el que podían apreciarse los escudos de la Orden de Malta y de la familia Fernández de Heredia (el pie actual, más moderno, fue traído desde el Castillo de Figueras tras la guerra). La reliquia ha sido custodiada en el Castillo, el Convento, e incluso una entidad bancaria. Actualmente se custodia dentro de la restaurada capilla de la Vera Cruz en la iglesia parroquial. Al margen de creencias religiosas, se trata de una pieza de incalculable valor histórico: fue visitada por reyes (Juan Carlos I, Felipe VI), el papa Adriano VI, y sobre ella juraron los Compromisarios al inicio de las deliberaciones que dieron lugar al fallo del Compromiso. Es, sin duda, una pieza que en cierto modo nos permite viajar en el tiempo (sobre la Vera Cruz y el contexto histórico de su llegada a Caspe ver: http://www.bajoaragonesa.org/elagitador/el-cisma-de-occidente-y-la-vera-cruz-de-caspe/).
Don Juan murió en marzo de 1396. Unas semanas después se cumplió su voluntad al ser trasladados sus restos mortales desde Aviñón hasta el centro de poder religioso y militar caspolino. Muy pronto Heredia reposaría en un magnífico sepulcro de alabastro (http://www.bajoaragonesa.org/elagitador/elsepulcrodejuanfernandezdehered/). Sobre su ubicación original, aunque la teoría tradicional asegura que el sarcófago de Don Juan se ubicó en la iglesia del Convento sanjuanista fundado por él, Manuel Siurana (coautor de un enciclopédico trabajo sobre Santa María la Mayor en el año 2012), maneja una interesante teoría según la cual el sepulcro pudo ser colocado en el cabecero de la nave derecha (por aquel entonces no se había construido el actual altar mayor de la misma). Exteriormente, el sarcófago llegó ligeramente deteriorado a la Guerra Civil.
Los restos mortales ya habían desaparecido durante las guerras carlistas (en aquel tiempo se creía que los huesos de “santo” curaban de las fiebres). En 1936, cuando fue totalmente destruido, se encontraba en la capilla del Santo Cristo o “de la privilegiada”, al fondo del templo. En la parte superior del mismo se apreciaba la figura del propio Heredia con su cabeza apoyaba sobre una almohada tallada que llevaba grabado el escudo de los Heredia. La efigie de Don Juan aparecía con túnica y manto, con la cruz de la Orden a su izquierda, las manos unidas en acto de rezo y una espada, representando estos dos últimos elementos dos de los pilares de su vida como hombre que fue de fe pero también de guerra. El sarcófago, posiblemente obra Pedro Moragues, se asemejaba estilísticamente a la tumba del Arzobispo Lope Fernández de Luna de La Seo de Zaragoza. Era, sin duda, una pieza de excepcional manufactura que debió despertar la admiración de los caspolinos y visitantes durante los siglos pasados.
Desde hace décadas Juan Fernández de Heredia cuenta con una céntrica plaza a su nombre en Caspe. A finales del pasado milenio José Suñé realizó una magnífica escultura que puede verse en el centro de la escalinata que desde los jardines de la Iglesia sube hacia el restaurado Castillo y el Colegio Compromiso, donde se erigía el desaparecido convento. Sin duda, la ubicación de la estatua de Heredia ocupa un lugar privilegiado. Y no es para menos. Como hemos visto, Juan Fernández de Heredia dotó a Caspe de una importante colección de libros y cartularios, jocalias y reliquias. Fundó el Convento que unió a la Iglesia por él mismo magnificada, y convirtió una modesta fortaleza en el imponente Castillo-Palacio «del Compromiso». Así que la próxima vez que escuchen que gracias a la Concordia de Alcañiz se celebró el Compromiso en Caspe, adelántese unas décadas en el tiempo y piensen quién fue el verdadero responsable de poner a Caspe en el mapa de la Historia.