Nos siguen fascinando los trabajos en piedra, por modestos que sean. Y más cuando los descubrimos en mitad del monte, en medio de la nada, y nos remiten al pasado.
Hace unos días me acerqué hasta las inmediaciones del Palacio de Rimer. En realidad, dos de los tres descubrimientos habían sido cosa de Miguel, que fue quien me lanzó el guante de ir hasta allí. Aprovechando una tarde soleada, después de unos cuantos kilómetros por camino y de algunos metros monte a través di con una pileta de buenas dimensiones y bien tallada en lo alto de un cabezo.
El siguiente objetivo se encuentra unos cientos de metros hacia el noreste y también en lo alto. Se trata de un nombre y una fecha. No hay duda en cuanto al año pero no está tan claro lo del nombre: ¿Marín 1949? ¿Mar v m 1949?
A escasos metros, esta vez en una pared vertical, hay otro buen grabado en piedra que, si dice la verdad, tiene más de siglo y medio.
En los tres casos llama la atención que los grabados se encuentran algo alejados de los caminos, por lo que -puestos a especular- me pregunto si no fueron pastores los autores de las tallas. Dejamos la pregunta en el aire y volvemos a confirmar que el monte de Caspe está lleno de pequeños misterios.