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Mª Luisa Hurtado (estuvo en Caspe cuando la ENHER): «los caspolinos eran muy campechanos»

Publicado en El Agitador el 7-9-2012

Verano. Clásico día de playa. Un suceso no demasiado insólito: cruzar alguna palabra con uno de los vecinos de toalla y sombrilla. Esto es lo que me sucedió este verano cuando conocí a Mª Luisa Hurtado Holaya. El nombre, seguro que no les dice nada. Ni siquiera su cara. No es de Caspe ni de ningún pueblo cercano y tampoco reside aquí. Pero Mª Luisa fue caspolina durante algunos años cuando, como miles de españoles (no exagero), se establecieron en Caspe durante un tiempo en los años 60. La familia de Mª Luisa es uno de aquellas que llegó a Caspe “cuando la ENHER”, es decir, a principios de la década que dio comienzo con 1960. En aquellos años se llevaron a cabo las obras del Pantano de Mequinenza: la presa de Mequinenza, el Dique de Caspe y la desembocadura artificial del río Guadalope, los Tres Túneles.

No dudé: había que entrevistarla. Su testimonio me interesaba especialmente porque estaba seguro de que sus recuerdos sobre aquel Caspe de los años 60 permanecerían inalterados.  Ella, haciendo gala de su carácter afable, aceptó a la primera contarme su historia.

Me dice usted, Mª Luisa, que nació en Melilla y pasó por varios sitios antes de llegar a Caspe. O mucho me equivoco o aquí hay una historia interesante que contar… Bueno, no sé. Soy la 2ª de 6 hermanos. Nací en 1930 en Melilla. Mi padre regentaba un comercio y al estallarla GuerraCivil, nos quedamos sin nada, pues se lo requisaron absolutamente todo.

En Melilla triunfó rápidamente la sublevación, y me dice que se lo requisaron todo. ¿Su padre era de izquierdas? Yo creo que no, al menos él no estaba afiliado a nada. Pero siempre creímos que alguien le había denunciado. El problema fue que nos escondimos todos nosotros y otras familias en un piso, y vinieron los soldados y nos descubrieron. Gritaron “¡Fuera todos los hombres!” y se los llevaron a todos. Pero gracias a un capitán de la legión con el que teníamos mucha amistad (uno de mis hermanos se llamaba Vicente por él), salvó la vida.

Cuénteme cómo. Tras detenerlo, se lo llevaron en un camión, a fusilar. Pero mi madre pudo localizar al capitán de la legión y éste lo fue a buscar. Lo localizó en el camión, justo a tiempo, preguntando a grito pelado por él. Luego lo separó de los presos diciendo “A este hijo de puta me lo cargo yo, que tengo cuentas pendientes con él”. Lo escondió en una alcantarilla y luego lo fue a buscar. Tras recogerlo le recomendó que se marchara de allí cuanto antes. Y eso hicimos. Fuimos a Torrox-Playa, en la provincia de Málaga, donde teníamos familia. Allí pasamos la guerra y residí hasta los 18 años.

¿Y después? Durante la posguerra mi padre enfermó de tuberculosis y murió. Volvimos a Melilla, y allí murió también mi hermano el mayor, de meningitis. Eran años muy duros y a mí aún siendo niña, me tocó trabajar de sirvienta. Pero mi madre, que era muy luchadora, no se conformó y nos fuimos a Valladolid. Allí trabajé en un hotel y conocí a un chico de Zamora que con el tiempo se convertiría en mi marido.

Y de Valladolid a Caspe Exacto. Un día vino él diciéndome “Oye, me han dicho que en Caspe, en Zaragoza, hay trabajo”. Y se fue. Primero iba él solo. Por cierto, que se iba en moto.

¿Hasta Caspe, en moto? Sí, así es. No venía todos los fines de semana, pero en cuanto podía, sí.

Y poco después se fue también usted para allá… Sí, después de casarnos. Llegué a Caspe en 1962.

¿Qué le había contado su marido antes sobre Caspe? Que era un pueblo tranquilo, agrícola. A él le gustaba.

Y a usted, ¿Qué le pareció? Pues también me gustó. Había tranquilidad y un ambiente algo “señorial” por las calles; quiero decir que no se veía pobreza. Además nos adaptamos muy pronto gracias a un matrimonio amigo de mi marido. Él era también de Zamora, de Benavente, pero su mujer era caspolina.

¿Se acuerda de su nombre? Sí, claro. Se llamaba Ángel, Ángel Urueña, y regentaba el Casino. Poco después, viviendo yo todavía allí, abrió un negocio de alimentación [hoy todavía perdura con el nombre de “Sucesores de Ángel Urueña”].

¿Y dónde se establecieron ustedes? En un sitio que no me gustó mucho, a las afueras, en una buhardilla. Pero a la semana ya nos trasladamos a la calle Borrizo, haciendo esquina con una plazoleta… [la Plaza Heredia]. Ese piso era muy majo. Era de una gente muy rica.

¿Los Miravete? Sí, creo que así se llamaban [por las referencias que me da, Mª Luisa vivió encima de la actual Carnicería Rivera]. Y por cierto, casi todos los vecinos de por allí eran de fuera, dela ENHER.

Tuvo usted a sus hijos durante la estancia en Caspe. Sí, cuando estaba a punto de dar a luz a mi hija me marché a Valladolid. Pero a mi hijo lo tuve en tu pueblo. Es caspolino. Y lo tuve en mi casa de la calle Borrizo.

¿Y qué ambiente se respiraba en la ciudad? Muy bueno, agradable, familiar. La gente nos relacionábamos mucho. Se hacía mucha vida de calle. Además de los caspolinos, había mucho gallego y andaluz, sobre todo.

¿No sintieron ningún tipo de rechazo por ser “forasteros”? ¡Qué va! Los caspolinos era muy campechanos. No hubo ningún problema y nos admitieron muy bien.

Me ha dicho antes que se hacía mucha vida de calle….cuénteme qué recuerda de aquello. Recuerdo, por ejemplo, los bailes en un kiosco que había en la plaza. Y también me acuerdo de una vez que hubo fiesta enla Radio, con baile y todo. Fue la gente “de la olla”, y nosotros, como Ángel, que era un figura y hacía de todo, tan pronto contaba chistes como recitaba poesía, y estaba tan bien relacionado en Caspe…pues nosotros, a través de él, también fuimos. Me acuerdo como si fuera hoy de que me sacó a bailar un joven de la calle Mayor, hijo de un joyero, abogado. Como mi marido no sabía bailar, pues…

¿Dónde trabajó su marido, en la presa, en el dique…? Pues donde le mandaban. En el dique de Caspe seguro, porque una vez fui a verlo paseando con los niños. Casi se me cae el alma cuando vi el trabajo tan duro que hacía, con el martillo neumático. En Mequinenza también estuvo. Allí se quedaba a dormir y no venia hasta el fin de semana [Mequinenza dista de Caspe38 Km., pero la carretera, hasta hace pocos años, era malísima].

¿Y dónde compraba? Me acuerdo de “Casa Luisa”, una chica de Caspe en la esquina de la calle Borrizo. Vendía de todo. Por cierto, la operaron de los oídos y murió de aquello. También compraba en una carnicería de la placeta, cerca de una calle que bajaba [por la descripción, la de “Pascual Arto”, que ahora regenta el hijo].

¿Todavía guarda relación con alguien de Caspe? Sí, con Blanca, la sobrina de Ángel. La vimos hace 4 años.

¿Cuanto tiempo vivieron ustedes en Caspe? Nueve años. Cuando se acabó el trabajo, nos fuimos a Barcelona. Y allí nos establecimos. Ahora alterno Barcelona, donde sigo empadronada, con Vinaroz.

¿No valoraron, como otros, quedarse en Caspe? Pues no. Sí que hubo gente que se quedó, pero no había trabajo de lo que le gustaba a mi marido. Sí que había, pero en el campo, principalmente; y a mi marido no le gustaba.

¿Ha vuelto alguna vez a Caspe? Sí, cuando la Expo, cuatro días. Mi yerno buscó un hotel a través de Internet y nos alojamos en el Hotel Magallón. Estuvimos muy bien, por cierto. Desde allí nos íbamos hacia Zaragoza todos los días.

Y, ¿qué impresión se llevó después de tantos años? Pues lo encontré muy mal, la verdad.

¿Por qué? Muchos marroquís, ¡y mira que yo soy de Melilla! La verdad el que el pueblo ha cambiado mucho.

Pero algo encontraría que le gustara… Sí, el pueblo había crecido bastante, las zonas nuevas muy bonitas.

Lo que ocurre, Mª Luisa, es que los inmigrantes se dejan ver mucho porque hacen mucha vida de calle, como hacían ustedes en los 60 ¿no? Sí, pero nosotros íbamos arreglados cuando salíamos, aunque no éramos ricos, tratábamos de ir elegantes (yo lo era mucho, se ríe). Salíamos siempre que podíamos con ropa de pasear. La gente frecuentaba mucho el centro, pero cuando fui a Caspe en el 2008, no se veía casi a gente de Caspe.

Eso sí que es cierto. El centro ya no es lo que era. En “mi” Caspe se vivía mucho por la zona de la plaza. Aunque también se hacían otras cosas. Recuerdo ir a hacer una romería al lado de la presa, a un sitio que habían dejado llano, cerca de una ermita. Aquél día se hacían cosas tradicionales de allí, y se iba andando [se refiere ala Ermitade San Bartolomé, o mejor dicho, a la zona cercana a ella, porque a ésta, también la “pilló” el pantano].

Y cuénteme una cosa para acabar. Aunque la gente, entonces, podía protestar poco en público, alguna vez oiría a alguien lamentarse por el pantano. Alguna vez oí que se habían inundado las mejores huertas, sí, y que el agua había cogido también un pueblo o algo así [la Herradura, una pedanía de Caspe] Pero tampoco era un clamor. Yo creo quela ENHERle dio bastante vida a Caspe [En eso estamos de acuerdo. Le dio mucha vida durante unos años. Pero aquello duró lo que duró].

 Mª Luisa, aquí lo dejamos. Muchas gracias por su tiempo. A ti, hijo. [Se despide plantándome dos besos en las mejillas].

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