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María Zabay y el carnaval caspolino antes de la guerra: «era un poco como Sodoma y Gomorra»

María Zabay, Marieta

Revisando carpetas encontré hace unas semanas un testimonio que había quedado aparcado en el cajón de «algo haré con esto». A comienzos del año 2009 tuve la ocasión de entrevistar a María Zabay, Marieta, una de las fijas del carnaval caspolino (y también de las carrozas, como muchos recordaréis). En  realidad, entrevista es mucho decir. Recuerdo que más bien tomamos un largo café en el Bar Maravilla. Alguien me había recomendado que hablase con ella porque María recordaba cosas de la fiesta de carnaval antes de la Guerra. Y así era. Durante unos minutos Marieta compartió conmigo algunos de sus recuerdos de una fiesta que, como ella aseguró «era la fiesta más esperada del año» y se prolongaba no solo durante el fin de semana previo al miércoles de ceniza, sino también durante los días laborables. Son solo unas pocas notas, pero creo que merece la pena compartirlas, sobre todo, como homenaje póstumo a María, quien nos dejó en febrero de 2013.

María: «La gente preparaba sus trajes en casa, porque lo de comprar los disfraces hechos es un invento moderno. Entre los hombres, lo habitual era cambiar de sexo por unas horas y disfrazarse de mujer… les gustaba mucho«.

¿Durante cuántos días se celebraba?

El carnaval empezaba en sábado y duraba tres o cuatro días con sus noches. Eran días de locura, de llegar a cambiarse de traje en una noche varias veces para despistar, de hacer bromas sin parar, algunas pesadas…

¿Cómo de pesadas?

Pues como aquella vez en la que echaron jalapa en la bebida de la orquesta y, por si fuera poco, el gracioso de turno se puso delante de la entrada y no dejaba entrar a los pobres músicos al W.C, no te digo más. 

Y he oído que se celebraban varias sesiones de baile.

Sí sí, había bastantes bailes, en el Teatro Municipal de la plaza de España [el Teatro estaba ubicado en un solar que fue el edificio de Correos hasta hace unos años: muy afectado en la Guerra por los bombardeos, lo acabaron derribando], también en el Teatro Goya, en el Café Sierra de la calle Mayor y en el Casino. En tiempos también se hacía baile en el café de Zabay, junto al Grupo Escolar, en la subida Compromiso. No faltaba la música por todo el pueblo. Tocaba la banda, la Orquestina Repollés….

Y supongo que salía disfrazados con sábanas.

Claro, el día de las sábanas era el sábado, si no recuerdo mal. Lo que sí te digo seguro es que era junto a la hoguera de la plaza de España y se bailaba alrededor. También se hacía un desfile, que era otro de los actos imprescindibles. En el desfile había un personaje que nunca faltaba, el «Tío de la Higueta».

Sí, algo he oído contar…

Era una cosa muy sencilla pero muy maja y que hacía las delicias de los críos con un atuendo tan simple como un palo, un cordel atado en su extremo, y una higa seca colgando del cordel.  Y provocaba a los chicos de la ciudad a coger la higa. ¡Y lo que se divertían!

El carnaval entonces, ¿era tal y como hoy, enfocado para los niños por la tarde y para los adultos por la noche?

No, el carnaval era una fiesta más de mayores que de niños, un poco provocativo, picante… en fin, que aprovechaban y….

¿Diríamos que daban rienda suelta a sus bajas pasiones?

Exacto. Era un poco como Sodoma y Gomorra. Pero oye, aquello le encantaba a la gente. Si un viajante coincidía en Caspe durante los carnavales, al año siguiente repetía. Fue una pena porque después de la guerra, con el franquismo, el carnaval se prohibió. Después, con la democracia, volvió a celebrarse, pero ya nunca se recuperó la esencia del carnaval caspolino.

¿Y también había concurso?

En el casino hacian concurso todos los años. Una vez, ganó el concurso una boda (la novia era en realidad un chico) con su cura sus testigos y todo. A la gente le gustaba mucho disfrazarse del sexo contrario. Menudas juergas… allí eran famosas las bromas de Geric. 

¿No sería ese el de la jalapa?

El mismo, jajaja. Pero las bromas no era cosa solo de él. Era una cosa muy general gastar bromas, y muchas de ellas pesadas a todo el mundo. Hasta se iban aireando secretos por ahí, en plan quién es la querida de quién y así. También la gente aprovechaba para pasarse con el tema sexual y para pedir “rollo”, como decís ahora.  Eran unas fiestas muy alegres pero también de mucho descontrol.

¿Y de qué se disfrazaba la gente?

Pues los temas eran muy variados y eso que todo el mundo se lo hacía en casa.  No es como ahora que venden disfraces hechos. También llamaba la atención que muchas veces los matrimonios salían por separado, ella con sus amigas y él con los suyos. La gente iba siempre con la cara tapada con una careta, y para que no les reconocieran la voz, hablaban en falsete. Lo importante era la broma. Ya te digo que la gente llegaba hasta cambiarse de traje en la misma noche para despistar todavía más.

Una pena que se haya perdido la tradición de las sábanas, ¿no te parece?

Ya lo creo. El disfraz de sábana es lo más antiguo y tradicional que había en Caspe, y los más mayores las recuerdan desde siempre. El traje es de esta manera: o bien con una sábana a la cual se le hace el agujero para la cara. O con una colcha. O dos sayas, una puesta hacia abajo y otra hacia arriba.En la cabeza se hace el moño. Primero se ata arriba y luego en el cuello. Luego va la careta. Otra opción es atar solo en el cuello. Luego se pone uno una pañoleta y la careta. ¡Es un disfraz muy barato!

Aquellos carnavales desenfrenados se perdieron con la guerra. Debieron pasar casi cuatro décadas para que volviese el carnaval, ya recuperada la democracia. En realidad, antes, pues hay quien recuerda que el carnaval de 1975 ya se celebró en el Casino de Caspe. Fue precisamente allí donde comenzó a retomarse la tradición. Recuerdo bien aquellas fiestas infantiles los domingos por la tarde, cuando todavía no había pasacalles. Luego llegó el desfile del sábado tarde, la fiesta nocturna en el pabellón y el concurso, y unos años después la recuperación del baile de máscaras el viernes noche, tradición que lamentablemente se volvió a perder. En la recuperación de las máscaras tuvo mucho que ver el tesón de Isabel Ros, fallecida hace solo unos días. Es justo que recordemos a Isabel, a Marieta, y a todas esas mujeres del Pay-Pay, el alma del carnaval y las carrozas de agosto. 

 ¡Que la fiesta continúe!

Publicada en El Agitador el 15-2-2016

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