Categorías
Historia contemporánea Memoria histórica

Marzo de 1938. Testimonios inéditos sobre la evacuación de Caspe

Hablar de aquellos años que desangraron España no fue fácil. Durante mucho tiempo incluso fue tabú, por lo que solo al final de sus vidas algunos de nuestros mayores accedieron a compartir sus recuerdos sobre la Guerra Civil. Varios pasajes eran recordados con mucha más intensidad que otros. Así sucedía con la evacuación de Caspe en marzo de 1938: roto el frente de Aragón a raíz del avance del ejército franquista, la campaña de bombardeos sobre los pueblos del Bajo Aragón desató la desbandada. Miles de caspolinos emprendieron la huida, unos hacia las huertas, otros más allá, en dirección a Cataluña. Quienes se resistían a marcharse acabaron cediendo ante la incertidumbre que generaba la probable batalla en las calles de Caspe o el temor que provocaba la entrada en la ciudad de las temidas tropas moras. Así fue cómo a mediados de marzo de 1938, la ciudad que acogía a muchas más de 10.000 personas se quedó vacía.

Félix Serrano fue uno de los que dejaron su casa buscando asilo en la Herradura. Tenía solo diez años, lo que no le impedía recordar, ocho décadas más tarde, lo vivido durante aquellos días: el calendario señalaba 13 de marzo cuando el hermano de su madre, José María Repollés (además de músico, secretario de Izquierda Republicana en Caspe y secretario del Gobernador de Aragón) abandonaba la población no sin antes aconsejar a sus familiares que se refugiasen en un largo caño cercano que hacía las veces de refugio antiaéreo durante aquellas horas:

-“Cuando ya se sabía que iban a entrar los nacionales en Caspe mi tío le dijo a mi madre que nos subiéramos al refugio y no nos moviéramos de allí. Había hecho un muro delante por si acaso caía una bomba. Y entonces allí mi abuela Agustina, mi tía Ramona, mi madre, mi padre, mi tía Carmen… en fin, toda la familia nos metimos allí”.

Según recordaba Félix, durante la noche la aviación franquista bombardeó repetidamente Caspe y sus alrededores, por lo que la familia, en cuanto pudo, abandonó su refugio:

-“Antes de la madrugada cogimos el montante y nos fuimos para la Herradura. Salimos corriendo de la puerta de la confitería al cantón de la calle Vieja”.

Ya en la Herradura, su primera parada fue la zona conocida como la Entrada (la zona más cercana a Caspe), donde la abuela de Félix poseía “una torre pequeñeta que no reunía las condiciones” para las 15 o 20 personas que, según creía recordar, se cobijaban en el interior. Pero como en las siguientes jornadas la línea del frente se fue acercando, la familia decidió buscar asilo en un lugar más seguro. Tras una primera parada recalaron en la torre de un familiar en el Soto, quedando momentáneamente a salvo.[1]

Pepe Gavín también pasó por la Entrada en un primer momento. Después, junto a su familia, acabó buscando un refugio menos peligroso:

-“Allí en la Herradura acabamos en un mas en la Entrada que era de una gente muy humilde. En un lado estaba la cuadra, al otro el pajar y párate de contar. Junto a aquel mas era todo tierra rasa. A los dos días de estar allí ¡pim! ¡pam!, sonaban las bombas sin parar, sobre todo de la aviación, aunque también la artillería llegaba hasta allí. ¡Los aviones no paraban de pasar por la Entrada! Me acuerdo que era muy bonito ver cómo hacían la cadena y cómo los antiaéreos que estaban a las afueras de Caspe los rodeaban de tiros. 

«Al final, del mas ese nos tuvimos que marchar porque nos caían los bombazos por allí cerca. Éramos los únicos que estábamos ya por allí, todo el mundo se había ido para adentro. Cerca estaban ya todas las fuerzas internacionales pero no llegaron hasta nosotros. Se quedó la Herradura en tierra de nadie. Veíamos a lo lejos, porque era campo raso, a los internacionales en retroceso. Y oíamos los morteros. Donde estaba la vía del ferrocarril a un lado estaban los requetés y a otro los brigadistas. Los nacionales tenían los campamentos a las orillas de Ceitón. Había baterías alemanas en la Porteta y en las Escuelas, detrás, que tiraban hacia la Herradura, artillería del calibre 88. Había dos baterías abajo, en la Porteta, y otras dos tras el Grupo Escolar”.

-“Cuando ya nos fuimos hacia adentro nos instalamos en la Torre del tío Oliver. Un día vimos que subieron los republicanos al antiguo mocatero baterías antiaéreas y ametralladoras grandes, de cuatro bocas, y nos dijimos: ¡Ya nos han fastidiao! ¡Aquí se va a liar! Pero por suerte solo estuvieron un día.[2] Al liberar la Herradura las tropas siguieron hacia Mequinenza, pero a la gente nos vinieron varias unidades a buscar, protegiéndonos para llevarnos a Caspe con dos ambulancias por si había enfermos. Con cuatro tanquetas, dos delante y dos atrás. Cuando llegamos a Caspe el pueblo estaba todo reventado, desecho. Había basuras por las calles, montones de basura, pero ya había gente viviendo. Nos llevamos un buen disgusto porque nuestra casa la habían desvalijado. Todo, el gramófono antiguo que teníamos también había desaparecido. ¡Todo voló!”.[3]

Mariano Cebrián había despedido a su hermano Antonio meses atrás. Incorporado a las Brigadas Internacionales, el desarrollo de la guerra lo trajo de nuevo a Caspe. Así recordaba Mariano la inesperada visita de su hermano y la posterior llegada del grueso de su unidad:

“Estaba yo allí sentado dentro del mas y llamaron a la puerta. Eran él y Zurigüel. Venían desbandaos y nos dijeron que habían visto muchos muertos.  Durmieron con nosotros y al día siguiente todavía nos dimos un abrazo, nos besamos y nos despedimos. Pero antes… ¡aún parece que lo veo ahora! cogieron los fusiles, quitaron los cerrojos y los tiraron.[4]

Fueron a la Herradura porque era Zurigüel de allí, pero mi hermano estuvo en la Herradura muy poco. Le dijo que se iba para abajo [hacia Cataluña] pues pensaba que la parte de donde estábamos nosotros ya la habrían cogido. Al rato oímos que los perros ladraban mucho. Salimos afuera y cerca del mas nos lo encontramos todo lleno de trincheras que habían estado cavando toda la noche. ¡Ya nos vimos en medio del fuego! Y llegó la Internacional que era la que actuaba allí, la brigada de mi hermano. A nosotros nos evacuaron porque estábamos con dos enfermas. Mi hermana Cecilia que tenía 17 años y estaba con anginas y mi prima Lucía que tenía una “fuente”[5] en la rodilla y tenía que andar con muletas”.[6]

Caspe, hacia el 20 de marzo de 1938. Prisioneros republicanos encuadrados en las Brigadas Internacionales

Las historias de evacuados de Caspe buscando refugio se sucedieron por toda la huerta: la familia de Manuel Franco, el Peguero (catorce años en 1938) residía bajo la sierra de Vizcuerno, donde atendían su explotación ganadera. Los Franco acudían a Caspe para comprar lo necesario, al tiempo que continuaban vendiendo unos suculentos quesos de cabra hechos por ellos mismos. Pero tampoco en su retiro situado a 12 kilómetros de la ciudad permanecieron a salvo de la tragedia de la guerra: habían perdido a Joaquín, hermano de Manuel, llamado a filas y desaparecido en el Frente de Teruel (por mucho que su padre lo intentó, nunca pudo recuperar el cadáver). A mediados de marzo de 1938, su mas estaba repleto de familiares y conocidos que habían dejado Caspe ante el avance de los sublevados.[7]

Manuel Sanz, a sus doce años de edad, no se quitaba los bombardeos de la cabeza desde que había sufrido en primera persona el bombardeo del 1 de mayo.[8] Por ello sintió alivio cuando su padre, el anarquista y colectivista Manuel Sanz Sancho, decidió abandonar la ciudad ante la inminente llegada de los franquistas. Sin embargo, no acertaron con el lugar escogido: la partida de la Rigüela iba a convertirse en zona de avance de las tropas franquistas en su camino hacia el Guadalope:

“Estaba allí con mis padres y abuelos porque teníamos miedo, lo que pasa. Y entonces vinieron los hijos de mi tía la Jabonera y dijeron: -¿Y aquí qué hacéis? ¡Que ya están ya por el Pallaruelo!-. Así que nos fuimos corriendo a una masada que tenía mi abuela en val de Fabara”.

Pero la suerte seguía dando la espalda a los Sanz, porque la val de Fabara, situada junto a la carretera de Maella, fue la zona en la que se libraron los combates más cruentos en marzo de 1938:

“De camino [pronto] dijo mi padre: vámonos que aquí no estamos bien. Era cuando volaron el polvorín y el puente del Vado para que no pasaran los «facistas»”.

Durante su nuevo éxodo contemplaron la gran cantidad de camiones que viajaban con dirección a Cataluña. Finalmente, y no sin dificultades, consiguieron montar en uno de los vehículos que les trasladó hasta la plaza de toros de la villa vecina como primera parada del camino hacia el exilio.[9]

Caspe, 1938


[1] Entrevista a Félix Serrano (Caspe, 19-7-2016). Félix falleció el 26-8-2017.

[2] José María Gavín coincidía con Joaquín Dolader [ Mamés, p. 83] en el dato de los antiaéreos: “en la escuela y en el Castillé pusieron una batería antiaérea y otra de montaña”. Los términos mocatero y castillé se refieren al mismo edificio: una torre de señales de las guerras carlistas. Por otro lado, cuando habla de casilla se refiere a una casilla de camineros que había al lado de la carretera.

[3] Entrevista a José María Gavín (Caspe, 7-2-2012).

[4] Ambos quitaron los cerrojos a sus fusiles porque habían decidido no reincorporarse a su unidad.

[5] Cuando Mariano habla de una “fuente” podría estar refiriéndose a una osteomielitis crónica, es decir, una infección ósea.

[6] Entrevista a Mariano Cebrián (Caspe, 30-6-2016). Mariano falleció el 17 de octubre de 2022, el mismo día en el que cumplió 98 años.

[7] Entrevista a Manuel Franco (Caspe, 7-6-2009).

[8] Asistía a clase en la escuela de los Franciscanos cuando cayó la bomba a principios de 1937; asegura que “iba un avión solo”. También presenció el bombardeo del Primero de Mayo de 1937 y así lo recordaba: “La gente, ignorante, decía: ¡Mira, estos son los mejicanos! Era por la noche, y llevaban luces que se apagaban y se encendían, y decían que era la bandera mejicana.  Y enseguida empezaron a “chilar las bombas”. Nos fuimos corriendo a casa y yo me metí en la caseta del tocino”.

[9] Entrevista a Manuel Sanz (Caspe, 24-6-2013). Manuel Sanz falleció el 11 de noviembre de 2020.

2 respuestas a «Marzo de 1938. Testimonios inéditos sobre la evacuación de Caspe»

Estupendo artículo. Muchas gracias por el trabajo. Mi madre nació en Abril del 38 en Anglés (Gerona) camino a Francia. Ahora comprendo por qué salieron de Caspe con mi abuela embarazada.

Responder a Dimas Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *