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El corral de comedias: un vistazo al plató del Siglo de Oro

Publicado en El Agitador el 3-6-2015

Los corrales de comedias, esos lugares tan arraigados en nuestra memoria gracias a las obras de Calderón de la Barca, Tirso de Molina o Lope de Vega, son uno de los grandes referentes del Siglo de Oro. Quizá no todo el mundo sepa cómo y cuándo en aquellos teatros tan particulares se comenzó a hacer las delicias del respetable: surgieron, en el siglo XVI, gracias a las cofradías, como no podía ser de otro modo en aquella España tan anclada a la religión y en la que la Inquisición campaba a sus anchas. Por ello no quedó más remedio que conciliar las representaciones de comedias con los requerimientos morales de la Iglesia. No debe olvidarse que el momento de esplendor de los corrales de comedias coincide con el cenit del Barroco, una cultura de crisis política y económica que nació para afianzar los poderes tradicionales, es decir, Monarquía e Iglesia.

Las primeras representaciones se llevaron a cabo en iglesias, universidades, u hospitales. Pero pronto se hizo evidente la necesidad de un lugar estable donde llevarlas a cabo. Y fue Felipe II quien concedió el privilegio en la década de los 60 para la construcción de lugares apropiados para dichas representaciones.

Si las cofradías de la Pasión y la Soledad fueron las primeras en gozar del privilegio, unos años después -a principios del XVII-, ya había 5 corrales distintos en la villa. La cercanía entre los mismos dio lugar a un auténtico barrio de comedias. El epicentro del mismo se situó en la calle del Príncipe, donde se situaron tres corrales: el de Burguillos, el del Príncipe (que acabaría convirtiéndose en el Teatro Español), y el de la famosa Pacheca.

dibujo de Ramón Rodríguez, con la visión frontal del escenario del corral de comedias con énfasis en el foso
Corral de comedias: dibujo de Ramón Rodríguez con la visión frontal del escenario del corral de comedias

A pesar de que no se conocen planos ni dibujos de la época de construcción de los primeros corrales, sí tenemos una idea muy fidedigna de algunas de sus generalidades, su estructura, sus partes, y su relación entre ellas:

  • Los corrales solían construirse en un lugar céntrico y de fácil acceso. La madera predominaba en todos sus espacios. Arquitectónicamente, eran un punto intermedio entre el teatro clásico descubierto y el coliseo cubierto posterior (Barroco e Ilustración).
  • En 1561, cuando Madrid fue elegida como residencia real, los corrales no eran más que espacios libres entre casas; posiblemente se adaptaron a espacios preexistentes, construyendo, quizá de forma gradual. En este sentido, la funcionalidad debía prevalecer sobre la imagen arquitectónica.
  • La mayor parte de los corrales debieron construirse en solares más bien alargados y estrechos, cuadrilongos, aunque después, gracias a la adquisición de viviendas limítrofes, se modificaron.
  • Los tablados centraban la atención del espectador (predominio de la madera en ellos); las otras partes se levantaron siempre en función suya, con la idea de alcanzar la mejor visión y audición. Solía levantar 1,5 m. sobre el suelo y se ubicaba en el espacio opuesto a la entrada. No debía medir menos de 5 metros de largo por 4 de fondo. Tras él, se encontraba el llamado balcón de las apariencias y los vestuarios de actrices (los de los actores estaban bajo el tablado). Todo el tablado estaba cubierto por tejadillo o, en su defecto, lona.
  • Delante del tablado había bancos “de media luneta”, si bien el espacio sería después ocupado por la orquesta (posteriormente se impuso un foso entre el escenario y las lunetas). Tras este espacio, de pie, los “mosqueteros”, en la platea.
  • Frente al tablado el zaguán, desde el que se accedía al patio o a los aposentos superiores como la cazuela. En algunos teatros hubo entradas diferentes según la clase social y el sexo.
  • El patio era el auditorio; estaba empedrado y su planta era alargada, en los dos lados mayores se situaban las gradas elevadas, de madera, a cubierto.
  • Los aposentos, situados a los lados mayores del patio, eran la parte más noble, ocupados por la gente más destacada socialmente. Sobre ellos se encontraban los desvanes. Había también aposentos para autoridades en el zaguán (sobre la cazuela), sitio privilegiado que a veces ocupó el rey.
  • Sobre el zaguán la cazuela, para mujeres no pertenecientes a la clase alta, y la tertulia, cerrada por celosía, de manera que preservaba la privacidad de aquellos espectadores que la ocupaban. En la parte más alta se situaba la segunda cazuela que era ocupada por la servidumbre.

El corral, diferenciado sexual y socialmente, fue un buen reflejo de aquella España del Siglo de Oro.

Corral de comedias de Almagro, del siglo XVII y todavía en uso

Para saber más: A. Urquízar Herrera, A. Cámara Muñoz, J. E. García Melero, Arte y Poder en la Edad Moderna, Centro de Estudios Ramón Areces, 2010.

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