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Historia contemporánea

EL DESLINDE DE VALDURRIOS. PUNTO FINAL AL PLEITO SECULAR FRAGA-CASPE

El 18 de marzo de 1952 Heraldo de Aragón relataba en su portada que la candidatura de Eisenhower a la presidencia de los Estados Unidos comenzaba a tomar forma, que el dictador Batista esperaba «exterminar» al comunismo en Cuba o que habían comenzado los primeros ejercicios terrestres y aéreos de la OTAN. Junto a todos esos titulares internacionales se colaba en la primera página una noticia de carácter doméstico: acababa de firmarse la escritura que establecía una nueva delimitación entre dos términos municipales del Aragón oriental: “Ayer terminó el pleito de Valdurrios. En la mañana de marzo, de un fresco estimulante que llevaba enredados los potentes aromas del monte virgen, terminó el litigio secular entre dos pueblos aragoneses”.

Un día antes, el 17 de marzo de 1952, declarado fiesta local en la Ciudad del Compromiso, los caspolinos más longevos presenciaron el fin de una disputa que llevaba acompañándoles toda su vida. Así lo dice la prensa de los años 30 y, sobre todo, las sesiones plenarias de la primera mitad del siglo XX; a través de ellas pueden localizarse abundantes referencias al litigio por Valdurrios entre Caspe y Fraga, el cual provenía de la Edad Media. El origen del  problema siempre fue qué partes de la Val de Urrios u Horrios pertenecían a Caspe y cuáles a Fraga. Y a pesar de varios acuerdos en los años 1272, 1308 (el que a la postre sería determinante) y 1468, el debate sobre Valdurrios sobrevivió a la Edad Media y continuó durante toda la Edad Moderna, tal y como contó Javier Cangas en su minucioso trabajo del año 2000, Valdurrios. Un pleito de siglos entre los municipios de Fraga y Caspe.

Titular de Heraldo de Aragón, edición del 18 de marzo de 1952

Una de las causas principales de la fricción es que Valdurrios quedaba –y queda- mucho más lejos del núcleo urbano de Fraga que de Caspe. No en vano, en Fraga se conocía a la partida en liza como allá dins. La distancia se fue imponiendo con el paso de los siglos, por lo que la mayor parte de las tierras eran cultivadas por caspolinos, a veces llevando a cabo roturaciones ilegales o impagos de contribución. El disfrute de pastos, leñas y caza de la parte fragatina de Valdurrios por vecinos de Caspe fue otro de los constantes puntos calientes. Como ejemplo, en el año 1900 la alcaldía  de la ciudad bajoaragonesa aseguraba poseer, en mancomunidad con Fraga, el aprovechamiento forestal de leña y pastos en la partida de Valdurrios, afirmación que desde Fraga negaron.

Valdurrios

Imaginamos que poco debía importar en Madrid los derechos sobre los montes de Valdurrios, pero que este conflicto significase que la línea divisoria del mapa de España fuese provisional, ya era otra cuestión. Por ello en 1920 una delegación del Instituto Geográfico y Catastral convocó una reunión con representantes de ambas corporaciones en el paraje llamado “Las Valletas”. El objetivo era fijar la línea jurisdiccional y delimitarla mediante mojones. Pero no hubo acuerdo. Siete años después se celebró un nuevo encuentro monterizo. En aquel día la comisión caspolina reconoció la propiedad de Fraga sobre las partidas de Valdurrios no sin antes hacer constar, categóricamente, que estas debían pertenecer a Caspe, solicitando por tanto una rectificación de los límites. Aunque llegaron a reconocerse ocho mojones mediante un trabajo laborioso “salpicado de frecuentes discusiones y desavenencias entre ambas Comisiones” (Cangas, 2000, p. 49), los caspolinos no aparecieron al día siguiente en una decisión quizá más meditada de lo que en un primer momento pudiera parecer: trece años después no se reconocería tal amojonamiento al faltar en el acuerdo la firma y sello del Ayuntamiento de Caspe.

Con la llegada de la Segunda República continuó el conflicto, el cual incluso saltó a la prensa. Hubo un nuevo intento –esta vez capitaneado por el Ayuntamiento de Caspe- para que se procediera a la definitiva demarcación, pero desde Fraga no hubo contestación. Ese mismo año, Heraldo de Madrid publicaba una misiva en la que un vecino de Caspe denunciaba abusos y atropellos cometidos por el consistorio fragatino. Al mismo tiempo, los caspolinos solicitaban al Ministro de la Gobernación que se suprimiera el coto de caza (el cual subastaba el Ayuntamiento de Fraga) para poder cazar libremente en aquel paraje. Por su parte, los oscenses denunciaban roturaciones ilegales.

En enero de 1933, de nuevo reunidas las dos comisiones ante el ingeniero geógrafo Antonio Fernández, destacó entre toda la documentación presentada por ambas la sentencia de Jaime II datada en el año 1308, cuya copia procedente del Archivo de la Corona de Aragón presentó la corporación caspolina. El geógrafo anotó que, en su opinión, el deslinde debía efectuarse según el dictamen del siglo XIV. Y esa fue la decisión adoptada por el Ministerio de la Gobernación. Caspe se salía con la suya y, aunque la corporación fragatina recurrió al Tribunal Supremo, este resolvió a favor de los intereses de Caspe en septiembre de 1935.

Mientras el pulso por Valdurrios parecía acercarse a su fin, era habitual que vecinos de Caspe cazasen furtivamente por aquellas partidas. Mariano Gómez contó a César Vidal (relato publicado en Recuerdo 1936) que su padre y unos amigos entraron en el término de Fraga a cazar y que tuvieron problemas con los guardas; cuando les quisieron quitar la caza, los caspolinos se negaron y llegaron a desarmar a los del pueblo vecino. Las disputas acabaron en tragedia a comienzos de 1935: Francisco Pallás (hermano de Genaro Pallás, maestro de la Herradura), cazaba en Valdurrios junto a un hijo suyo y otros vecinos de Caspe cuando sufrió una herida mortal. La prensa no concreta qué sucedió, pero es muy probable que recibiera un disparo, pues resultó “herido por un guardia del monte ‘Valdurrios’”. Pallás falleció el 11 de febrero siguiente (La Voz de Aragón, 12-2-1935).

Punta del Morterón, donde se firmó el deslinde el 17 de marzo de 1952

Por aquel entonces el gobernador civil, Otero, se había propuesto acabar con las rivalidades “que en ocasiones han dado origen a algunos disturbios”. Por tal motivo convocó una reunión a la que asistieron los alcaldes de Caspe y Fraga además de sendas comisiones de ambas poblaciones. Pero el resultado del encuentro no fue el deseado para los caspolinos, que mostraron su desacuerdo de manera enérgica: “Según manifestó ayer noche el gobernador civil a los periodistas, el Ayuntamiento de Caspe ha dimitido en pleno, en señal de protesta por la situación creada en el pueblo de Fraga a causa de las diferencias existentes en relación a la propiedad del monte ‘Valdurrios’” (La Voz de Aragón, 13-2-1935).

Aunque la Guerra Civil detuvo el definitivo deslinde, el propósito del Ayuntamiento de Caspe continuó siendo firme. En 1941, Fermín Morales Cortés, quien reconocía el trabajo llevado a cabo tanto por Sebastián Cirac Estopañán como por otros “Ayuntamientos anteriores”, hacía pública una misiva en la que exponía las gestiones llevadas a cabo con la Jefatura del Estado. En ellas solicitaba que se dictasen “las disposiciones necesarias como designación de peritos o comisiones que efectúen el mencionado deslinde, en bien de la Justicia y del resurgimiento de la Patria” (AMC, Carpeta 6). Aunque no hubo una rápida solución al viejo brete, la perseverancia de las diferentes corporaciones caspolinas fue patente. En 1945 el alcalde y diputado provincial José Garrido conseguía el apoyo de la Diputación Provincial de Zaragoza. Sin embargo, aunque la resolución parecía cercana, hubo que esperar siete años más.

Mojón donde se llevó a cabo la firma

A comienzos de la década de 1950 todo estaba ya dispuesto. Solo restaba superar un pequeño fleco en la negociación en referencia a la llamada Peña del Águila (dato que aporta José Manuel Sancho): “el alcalde Sr. Garrido puso como condición que dicha peña quedara en término de Caspe, y de ahí que la línea [de demarcación] no vaya recta, sino con ese pequeño quiebro”.

En el centro de la imagen, al fondo, la Peña del Águila. Foto: Manuel Gómez

Por fin, a las 11 de la mañana del 17 de marzo de 1952 llegaba a Caspe la comisión integrada por Solano Costa, presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, al que acompañaban otros diputados y funcionarios tanto regionales como estatales, entre ellos el ingeniero jefe del Servicio Catastral del Estado. En primer lugar, “entre los aplausos y aclamaciones del vecindario, que había engalanado sus balcones” la comisión se dirigió a Santa María la Mayor, donde se celebró una misa. Tras una breve visita al Ayuntamiento se organizó una caravana de coches para marchar al monte de Valdurrios, donde esperaban las representaciones oscenses:

“Caspe, que había vestido sus mejores galas para celebrar esa fecha memorable, despidió a las autoridades provinciales y locales con música, bombas reales y aclamaciones entusiastas. Sobre la multitud, congregada en la plaza, campeaba un gran cartel con la siguiente inscripción: «Caspe saluda a Fraga. Viva Fraga», escribió el corresponsal de Heraldo de Aragón.  Lo que no contó el rotativo zaragozano es que un camión cargado de caspolinos volcó camino de Valdurrios, aunque la suerte quiso que nadie resultase herido de gravedad.

El día acabó en la ciudad bañada por el Cinca, donde tuvo lugar una comida como cierre amistoso del viejo pleito. Pero el acto principal había tenido lugar unas horas antes en mitad del monte. Hacia la una de la tarde llegaron las representaciones zaragozanas a la «Punta del Morterón», donde había sido asentado el primer mojón de la nueva línea divisoria local y provincial. Allí les esperaban, entre otros, el gobernador civil de Huesca, señor Gil Sastre, el presidente de la Diputación de Huesca, el alcalde de Fraga, Pedro Dueso, y el alcalde de Peñalba, Crisóstomo Royo. El ritual comenzó con la lectura de la escritura notarial por la que el Ayuntamiento de Fraga cedía al de Caspe la partida de Valdurrios, abonando el segundo 130.000 pesetas. Los tres alcaldes firmaron sobre el mojón, cerrándose la ceremonia con fuertes aplausos de los asistentes.

El alcalde de Caspe, José Garrido, firma sobre el nuevo mojón. Justo detrás del párroco aparece Crisóstomo Royo, alcalde de Peñalba. Imagen, Archivo ABC-ASD

Hoy, en la Punta del Morterón, no hay más que hierba cubriendo el citado mojón de piedra. Si alguna vez pasan por el lugar recuerden que allí, en medio del monte, hace ahora casi siete décadas, se firmó una brillante página de la historia local escrita por todos los caspolinos que, durante años, durante décadas, lucharon por Valdurrios.

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