Nota previa: Benito Gimeno falleció el 14 de noviembre de 2019.
«Hoy estamos de luto en Caspe. Ha fallecido Benito Gimeno, caspolino ejerciente durante toda su vida. Combatiente, entusiasta, de espíritu crítico y siempre comprometido con su pueblo, su ideología nunca le encorsetó. Como aquel día, con Benito militante en el centro derecha, en el que Jaume Matas, ministro del PP, visitó Maella en un momento en el que los populares se habían empeñado en llevar a cabo el Trasvase del Ebro. Junto a un grupo de caspolinos se plantó en Maella y no dudó en espetarle al ministro: «Vais a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres».
Así era Benito.
Se le recordará no solo por su paso por el Ayuntamiento como concejal, sino por su militancia social, por estar siempre vinculado a la tierra, al regadío, y haciendo lo posible por mejorar su pueblo.
Tuve la ocasión de entrevistarlo varias veces. La primera, cuando preparaba El Verano de la Tormenta. La segunda vez hace un par de años, en una larga entrevista para un trabajo opcional de la asignatura Transición a la democracia. Daba gusto hablar con él.
Benito habló tanto, tan bien y fue tan interesante lo que me contó, que la historia acabó con una Matricula de Honor. Le hice reír cuando le llamé para decirle que la matrícula era más suya que mía.
Hoy recupero esa entrevista en dos entregas para todos vosotros como homenaje a un amigo que se se ha ido.
Que la tierra te sea leve, Benito».
Publicado por este autor en RR.SS el 14 de noviembre de 2019.
La siguiente entrevista fue publicada en El Agitador el 15-6-2017.
No es la primera vez que nos citamos, si bien habíamos hablado de otros temas. Benito Gimeno, nacido en 1941, procede de una familia de trabajadores, aunque ya desde varias generaciones atrás se han considerado “gente de orden” (sus dos abuelos formaron parte del Somatén durante la dictadura de Primo de Rivera). De hecho, asegura que no todo el mundo entiende que viniendo del mundo trabajador se les haya relacionado siempre con los auténticos conservadores. Me contó en su momento que a su tío y a su abuelo lo fusilaron los anarquistas en 1936, y que su padre salvó la vida de milagro. O también que si bien su familia eran de los “ganadores” de la guerra, “y se supone que deberíamos haber tenido todas las facilidades del mundo”, tuvo que ponerse a trabajar a los 10 años porque las necesidades de casa no permitían que siguiera formándose. Aunque lo cierto es que continuó haciéndolo por libre, con profesores como Rafael Cubeles, quien le inculcó el “vicio” de la lectura a través de clases nocturnas. Como bien saben los caspolinos, Benito es un hombre del campo y al campo ha dedicado su vida, aunque siempre ha destacado por su inconformismo. Podríamos decir que ha dedicado su vida a su familia, a la tierra y a la lucha, porque siempre ha sido una persona crítica: “esto me viene ya de mis antepasados”, asegura, y añade que “todos los problemas que he tenido en esta sociedad creo que siempre han sido por mi espíritu crítico”.
Hoy vamos a hablar de su primer paso por el Ayuntamiento. Es decir, de su primera etapa como concejal. Una atalaya privilegiada desde la que tuvo el privilegio -y a veces la desgracia- de vivir en primera persona los rápidos cambios que se estaban produciendo en la España del tardofranquismo y la transición a la democracia.
Por el principio, Benito. Cuéntame tus inicios en política. Después de licenciarme estuve 3 o 4 años viviendo muy bien, yo creo que es la mejor vida de una persona, entre los 25 y 30 años, al menos yo vivía muy bien. Pero llega un momento en el que cuando cumples los 30 años te tienes que plantear que la buena vida ya se ha acabado. Con lo de buena vida me refiero a la de salir siempre de juerga y no preocuparte por nada más.
Vamos, que tienes que hacer algo más con tu vida. Sí, y entonces es cuando me proponen a través del alcalde, Isidoro Ricart, mi padrino político, entrar en política.
¿De qué año estamos hablando? De 1970 o 1971. Me pide que entre a formar parte de la jefatura de la Hermandad de Labradores para presidirla. Yo acepto gustosamente, pues entendía que había que hacer algo más. Había que hacer lo que tú creías que se tenía que hacer para mejorar las cosas, había que criticar, sí, pero había que dar la cara también.
Estamos hablando de una entidad que transcendía el mero ámbito de la agricultura, pues tenía mucho peso político en Caspe, ¿no? Sí, en aquellos momentos de los finales de la dictadura ya había una cierta apertura, y de hecho lo que nosotros intentamos es seguir con esa línea. Yo a veces digo que es la única democracia que he conocido, y mira que lo que estoy diciendo es triste, pero bueno, dentro de las circunstancias que se daban en ese momento y gracias al talante de Isidoro Ricart, empezamos a hacer cosas en las que todo el mundo participaba, sin mirar de qué color político eran las personas. De hecho, en la Hermandad había personas que sabíamos perfectamente que no opinaban como nosotros.
Empezaste con la agricultura, que es la que te hace dar el salto al Ayuntamiento. Sí, entré en el Ayuntamiento a finales de 1973.
Es decir, que como se funcionaba entonces, te piden que seas concejal. Sí, entonces estaba el tercio sindical, el tercio familiar y el tercio de asociaciones, y nosotros entramos por el tercio sindical.
Entras de concejal siendo Isidoro Ricart el alcalde. ¿Quiénes formabais parte de aquella corporación? Por el tercio sindical estábamos Joaquín Camas y un servidor, por el tercio familiar entró Joaquín Celma y Manuel Jariod, y por el tercio de asociaciones entró Pilarin [Pilar Sancho].
Lo cual fue un “notición”, pues era la primera mujer que entraba en el Ayuntamiento en su historia. Sí, es lo que te digo del aperturismo que se dio al final del régimen. Entre los seis que entramos estaba también Claudio Perdiguero, y ya estaban en el Ayuntamiento Cándido, Nevada y Pascual. Esos eran los nueve concejales que formábamos la corporación.
Empiezas a trabajar en el Ayuntamiento y pronto la vida de Franco se va apagando como la de una vela. Su final es inminente. Por entonces hay una lucha ya no tan silenciosa entre renovadores y continuistas dentro del régimen. ¿Vosotros presentís que se acerca un tiempo nuevo? O por el contrario, ¿creíais que el franquismo sin Franco iba a continuar? No sé, lo que me intriga es qué se palpaba ya no solo en Caspe, sino lo que oíais de los políticos de Zaragoza. Yo creo que no éramos conscientes de lo que venía. Nos lo empezamos a creer cuando llegaron todas las movilizaciones, en el 76. Entonces sí empezamos a creer que aquello se había acabado. Antes de, creo que mucha gente creía que aquello podía seguir, pero en el 76 ya vimos que venían tiempos nuevos, cuando Suárez entró a presidir el gobierno.
Y vosotros, en Caspe, ¿qué recuerdas? ¿Había varias corrientes en la corporación, o ibais todos a una? No, más bien todos a una. Y ninguno de nosotros preveíamos el espíritu político de lo que iba a venir después, no nos lo creíamos. No vimos venir lo que venía.
Pero de alguna manera, tú que eras un chico joven, y siempre has sido combativo, ¿tenías ganas de romper con el pasado y avanzar deprisa hacia la democracia? Pues creo que estaba equivocado. Creía que aquello se iba a hacer poco a poco, pues como nosotros veníamos de un cierto aperturismo de la etapa final del régimen, lo que nosotros creíamos es que tenía que seguirse ese ritmo, poco a poco, y que todo el mundo participara, evidentemente, sin excluir a nadie que no quisiera excluirse él mismo.
Es decir, que habría que ir contando poco a poco con las izquierdas. Claro, con todo el mundo. De hecho, Isidoro me enseñó que todos éramos iguales.
Veo que te marcó mucho Isidoro Ricart. Lo recuerdo poco porque aunque éramos vecinos, yo era un niño cuando murió, pero sí tengo en la memoria su imagen como una persona extremadamente amable. Me han contado que siempre era así, y que cuando fue alcalde siempre dejó claro que era el alcalde de todos. Sí, te podría contar infinidad de ejemplos. Tenía sus defectos, como todo el mundo, pero tenía una virtud en la política que me atrevería a decir que no he vuelto a ver a nadie como él: Isidoro lo que tenía era de todos. [Isidoro Ricart, sucesor de Alfonso Pérez, fue alcalde hasta unos meses antes de la muerte de Franco. Renunció por motivos laborales, siendo sustituido por Cándido Piazuelo]
Estamos hablando de esa recta final del franquismo y de la emergencia de Juan Carlos I. ¿Cuál era vuestra percepción, vuestro vaticinio sobre él? ¿Sería un continuista, o quizá un reformista? Pues volvemos a lo mismo, a mí me costó un año darme cuenta de que el franquismo se había acabado. Con lo cual, lo que venía era otra cosa, en la cual estábamos convencidos que tendríamos que participar todos. Pero lo cierto es que con los años nos hemos dado cuenta de que las cosas no han llevado el camino que debían llevar.
Tampoco el presidente Arias Navarro supo gestionar nada bien aquellos meses. Podría decirse que con su inmovilismo contra las ansias democráticas de la sociedad española contribuyó a que la continuidad fuera imposible. Es que nos guste o no, hay que reconocer que Franco tenía muchos detractores pero también tantos o más a su favor, pero claro, una vez desaparece él… nadie podía remplazar a Franco.
Y más tras el asesinato de Carrero Blanco, que por cierto, te coge a ti recién llegado al Ayuntamiento. Supongo que te impactó tremendamente. A mí, personalmente, muchísimo. Yo tuve una reacción propia de mi juventud: cuando me entero de que la ETA ha matado a Carrero, bajo al cuartel de la Guardia Civil para ofrecerme para lo que quisiera hacer de mí.
Pero, ¿qué se te pasaba por la cabeza en aquellos momentos, Benito? ¿De algún modo creíste que íbamos hacia un golpe de Estado? ¿Hacia una revolución? Yo en aquella mañana estaba convencido de que el país estaba para todo, pero afortunadamente tengo que reconocer que el Ejército español supo estar a la altura.
Pero en Caspe no hubo ningún tipo de reacción. No, no pasó nada. Y te voy a decir una cosa, el funeral que se hizo aquí en memoria de Carrero fue multitudinario.
Y por aquel entonces, ¿Falange en Caspe pinta algo o tiene un papel poco más que testimonial? ¿Ya se ha amortiguando su antiguo peso en el régimen? Nada, Falange en Caspe han sido siempre muy pocas personas y muy tranquilas por lo que yo recuerdo. Se limitaban a ir cada 20 de noviembre a las placas de la Iglesia, y poco más. También iban a Alcubierre, algo a lo que íbamos también gente que no éramos de Falange, pero tampoco era masivo.
En definitiva, ni izquierdas ni derechas se significaron por su radicalismo en los últimos momentos del franquismo, y entiendo que tampoco en los primeros de la democracia, porque aunque no hay partidos legalizados, seguro que vosotros sabíais bien quiénes eran los izquierdistas más destacados. La verdad es que no sé lo que hacían privadamente, pero no daban lugar a nada. La izquierda caspolina empieza a reaparecer en 1977 con motivo de las nucleares.
Vamos ahora con Suárez. Su llegada a la presidencia, por lo que antes comentabas, entiendo que es el detonante para que tú asumas que el franquismo ya es historia. Pero, ¿en positivo, Benito? Lo que recuerdo bien es que cuando Suárez legalizó al Partido Comunista, pensé que era un político que tenía futuro. Porque la política, en fin, me hace mucha gracia… todos sabemos criticar, pero hay también que decidir.
Por lo que estás diciendo, de franquista pasaste a “suarista”, como tantos entonces. Bueno, todos no. Yo creo que hubo gente que siguió fiel a sus pensamientos, no sé. Mis compañeros de corporación eran muy buena gente todos, y la política la tenían como un hobby. Éramos todos trabajadores y… en fin, hay un concejal al que no sé los dineros que le llegó a costar.
Algo por lo que debo preguntarte es por el encuentro autonomista del verano del 76, en el que se conmemoraban los 40 años del Estatuto de Caspe. Tú seguro que lo recuerdas bien, pero muchos de nuestros lectores quizá no sepan mucho sobre aquel acontecimiento: un montón de gente de fuera llega a Caspe; un claro ambiente reivindicativo tiñe la ciudad; hay bastante tensión entre los habitantes ya desde los días previos; llegan abundantes refuerzos de las fuerzas de orden… aquello debió ser un brete de mucho cuidado para vosotros. ¿Os avisaron desde Zaragoza de lo que se os venía encima? Yo creo que hubo cierto oscurantismo desde Zaragoza. Antes de aquel acto, del que tenían pleno conocimiento en el Gobierno Civil, nosotros no estábamos informados de la transcendencia que iba a tener aquello. Para nosotros fue un choque. Todavía guardo en mi retina cuando bajaron desde las escuelas por la calle Mayor hacia el Cine Goya. Todo fue pacífico pero también supuso un acto de demostración, de fuerza, como diciendo que allí estaba la izquierda del futuro. En aquellos momentos el Gobierno Civil era… en fin, había que ser prudente y lo fueron. Creo que había mucha policía pero de paisano, precisamente para evitar males mayores.
Disculpa si me equivoco, pero tengo la sensación de que estabais sobrepasados, como que las cosas iban como muy deprisa. En mi caso totalmente sobrepasado.
Para entonces las izquierdas en Caspe ya se han movilizado. ¿Ya estaba en primer plano Florencio Repollés? Sí, él es quien que llevaba la voz cantante. Hasta entonces el secretario del PSOE en Caspe había sido Mateo Pallarés, un hombre gris, acompañado con pocos socialistas que mantuvieron la llama viva durante el franquismo.
Pero llega Florencio, que es algo mayor que tú pero ya no pertenece a esa vieja hornada de los socialistas de la guerra y el exilio. Florencio era un hombre que había pasado desapercibido, se dedicaba a su profesión, sin más, era de una familia burguesa de izquierda.
¿Y empezasteis a tener contacto con ellos, con la oposición? Empezamos a tener contacto con ellos a raíz del movimiento antinuclear, que aglutinó no solo a las izquierdas, sino también a la derecha que no estaba con el régimen, con el franquismo como derecha sociológica.
Bueno, ha llegado el momento de hablar de DEIBA. Pongámonos en antecedentes. DEIBA es una asociación que se crea con motivo de la defensa de los intereses del Bajo Aragón, pero en particular por su oposición a la energía nuclear. Todavía no se había muerto Franco cuando DEIBA echó a andar. En aquellos momentos se estaba empezando a hablar en España de la energía nuclear como energía de futuro, y como la potenciaba el gobierno de Franco y una vez muerto Franco la derecha a través de la UCD siguió apostando por la energía nuclear, la izquierda cogió la bandera de no a las nucleares. Como el tema en Caspe era importante, DEIBA se creó en los locales del Círculo Católico, y las primeras reuniones las hacíamos en la Hermandad de Labradores.
Estamos hablando DEIBA como una movilización de las izquierdas pero pronto se incorporan entidades que, supuestamente, son del régimen, de derechas. Es un poco contra natura, ¿no? Sí porque en un principio se generó con un espíritu crítico, unitario, ante la posibilidad de la nuclear en Escatrón y todo el mundo participamos. La Hermandad fue la primera institución que se moviliza, que pone una aportación económica importante, y como te he dicho, las primeras reuniones se celebran en nuestros locales. En principio solo era Caspe, pero cuando ya se vio la necesidad de ir agrupando y sumando esfuerzos, se sumaron otros pueblos. Pronto empezaron a venir representantes de otros municipios, todavía en vida de Franco. En fin, la situación era tal que cuando se acababa la reunión, yo, como presidente de la Hermandad, tenía que ir al cuartel de la Guardia Civil para firmar que allí solo se habían reunido labradores, porque no se podían hacer aquellas asambleas. Y hubo un momento en el que el sargento de la Guardia Civil me dijo, ¿pero usted sabe lo que está firmando? En Caspe se sabía todo. Porque por si fuera poco, la Guardia Civil estaba en aquellas reuniones, en la puerta, controlando a quién entraba y salía.
Es que fíjate lo que me estás diciendo: tú formas parte del régimen pero sin embargo te estás mostrando claramente contestatario con sus propósitos. Claro, es lo que te decía al principio, lo que no he encontrado bien, lo haga Juan o Pedro, siempre hemos sido críticos.
Y en Zaragoza, ¿qué os decían de todo esto? Pues de todo menos guapos [risas] Tuve presiones de la secretaría de la Cámara Agraria. De hecho, las reuniones en la Hermandad, hubo un momento en el que las tuve que cortar.
Por presiones. Claro. Es que al final todo se sabe y yo también pensé que aquello se nos estaba escapando de las manos. Llega un momento en el que se sale del antinuclearismo y es cuando me doy cuenta que allí ya no pinto nada.
Y, ¿qué tipo de gente iba a esas asambleas? Entiendo que “la tía María” no, iría gente más bien implicada. No creas, fue un movimiento que surgió del pueblo, muy bien llevado por algunas personas.
Y muy pronto empiezan a descollar otras personas como… como Santiago Albiac, por parte de la derecha, que era un poco el cabeza de turco que llevaban las izquierdas para que se viera que era un movimiento que aglutinaba.
¿Y el resto de la corporación, estaba a favor de DEIBA? Creo que no ¿Estabas tú solo? Creo que sí. Bueno, y Pilarín, que siempre estaba de acuerdo conmigo.
¿Y Cándido, el alcalde? Yo creo que como a todos, le venía un poco grande. Cándido era una buena persona, pero de político tenía muy poco.
Tengo la sensación, Benito, desde que hemos empezado a hablar de la transición, de que aquello se os marchó de las manos, como que iba todo muy deprisa para vosotros. Se nos marchó de las manos, sí. Pero yo creo que si el alcalde hubiese sido Isidoro Ricart, el Ayuntamiento de Caspe hubiese abanderado DEIBA y no hubiera pasado lo que pasó.
Y DEIBA continúa ya muerto Franco y las reuniones pasan a ser en… el Círculo. Yo tengo mucha amistad con Cardona y le cuento que ya no se pueden hacer las asambleas en la Hermandad.
Porque cuando nos dices que aquello ya no era solo un grupo antinuclear, cuéntanos, ¿en qué se convierte DEIBA? En un movimiento antisistema.
Y ahí es cuando empieza a ser un movimiento más grande. Más o menos. En Alcañiz se funda DEIBATE, y nosotros también íbamos a sus reuniones como ellos venían aquí, en fin, hasta finales del 76 o por ahí que nos apartamos y me desvinculé de DEIBA. La última a la que fui fue a una asamblea que se celebra en el Instituto, a finales de 1976.
En definitiva, DEIBA va por un sitio, la corporación va por otro aunque sin oponerse a ello, como queriéndose mantener al margen, pero al final esto salpica a los concejales cuando se desatan los acontecimientos en la llamada “noche de los cuchillos largos”. Sí, se podría llamar así y desde luego en nuestro caso lo debo llamar así.. públicamente no sé si lo he dicho alguna vez, pero es lo más desagradable que se le puede hacer a una persona. Yo siempre entendí que siendo un cargo político, hay un sitio donde se deben llevar todas las críticas a nuestra gestión, que es el Ayuntamiento de Caspe. Ese es el sitio. Es donde tú eres un cargo. Pero en tu casa particular, aproximadamente a las dos de la mañana…
¿Recuerdas qué día fue? El 13 de julio de 1977. No se nos olvidará en la vida.
Es decir, cuando tú llevas desvinculado de DEIBA unos meses y muy pocos días después de las primeras elecciones. Pero sigue, Benito. Aquella noche salían del Círculo, de asamblea. Nosotros ya veíamos que aquello se iba calentando desde las últimas semanas. El lunes, si esto fue en miércoles, estaba yo sentado en una terraza con el alcalde y varios compañeros, y le dije: “hay que avisar a la Guardia Civil porque esta semana van a hacer algo gordo”.
¿Por qué presentías que la situación iba a estallar? A ver… a los que nos gusta manifestarnos… para llevar a la gente a un sitio, a mucha gente hacia una reacción, primero hay que calentar las cabezas durante tiempo. Y en el Círculo Católico se calentaban las cabezas constantemente. Aquello iba creciendo, se iba calentando.
Contra el Ayuntamiento, ¿exactamente por qué? Porque llegó un momento en el que creían que no estábamos haciendo lo que debíamos hacer. Ellos lo que querían es que fuera el Ayuntamiento el que se pusiera en contra de todo. Ya te he dicho que si hubiera sido Isidoro el alcalde las cosas hubieran sido de otra manera. Pero bueno, pasó lo que pasó.
Y llegamos a la noche del 13 de julio. Salen de la reunión y toman la decisión de dar una vuelta al pueblo por casa de todos los concejales. La primera fue la de Cándido, que estaba allí mismo, en la calle Santa Lucía. Él no estaba pero sí su madre. Después fueron a la plaza y dijeron lo que quisieron decir y bueno, siguen.
¿De cuántas personas hablamos? Unas 300 o 400. De allí van a la Caja de Ahorros, gritan también, y después continúan por las casas de los concejales. Llegan a la de Celma, gritando, insultando, bueno. Y siguen para arriba, al Portal, Santa Clara, y a mi casa. A la sazón, ya habían cogido tambores.
¿Os llamaron a la puerta? No, simplemente nos gritaron. Mi hija Mª Cruz habían nacido dos meses antes, y a mi mujer se le cortó la leche. El problema lo tuvimos para acertarle después… mi hija estuvo 10 o 12 días bajo mínimos.
Y vosotros sin reaccionar, aguantando gritos. Debió ser muy desagradable. No te lo puedes imaginar. Nos dijeron de todo hasta que pasó el chaparrón mientras nosotros estábamos en la cama, atenazados por el miedo. A la mañana siguiente se presentó el capitán de la Guardia Civil con dos números. Llevaban un fajo de fotografías tomadas esa noche. A la sazón fue Ruiz el fotógrafo, que las hizo espontáneamente y la Guardia Civil se las requisó. Me las echó encima de la mesa y me preguntó si conocía a alguien de todos aquellos. “Mi capitán, yo no conozco a nadie”, le respondí. Yo solo sé que si ayer hubieran estado ustedes en el Ayuntamiento, impidiendo el paso de esa manifestación que no estaba autorizada y menos a esas horas, todo esto no hubiera pasado. No denuncié a nadie porque, ¿qué hubiera sacado? El mal ya estaba hecho.
No quisiste dar nombres aunque seguro que los conocías… ¿eran todos de Caspe? Todos de Caspe. Y lo triste y lo desagradable, lo fue para mí pero para mi mujer mucho, es que en los días siguientes los que te llamaban o te encontrabas por la calle me llegaron a decir que ellos habían estado en la puerta de mi casa pero para guardarme el tractor, que lo tenía en la puerta. “Lo que tenías que haber hecho es no haber estado”, les contesté yo.
¿Alguien se te ha disculpado por aquello, Benito? No, disculparse como tal, no. De todos modos, sí que quisiera destacar algo: el apoyo que tuve los días siguientes por parte de mis vecinos de la calle Santa Clara. Fue ejemplar.
¿Y alguien ha justificado su acción? Quiero decir, mira, lo hice porque creía que vosotros, los concejales, no estabais obrando bien. No. Me lo han reconocido sin decirlo. Yo creo que aquello fue un mal acto. Fue muy desagradable.
No hubo detenciones pero sí tuvo graves consecuencias. Si esto pasó un miércoles, el sábado estábamos en el Gobierno Civil, y presentamos la dimisión Rondín y yo. Los demás siguieron. Se la presenté en persona al Gobernador Civil y le dije de todo porque no habían sabido actuar a tiempo cuando estaban sobre aviso.
Benito, estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que a un concejal, como a cualquier político, como a cualquier trabajador, hay que ir a pedirle cuentas a su lugar de trabajo y no ponerle de vuelta y media a las tantas en su casa. Pero, y perdona por esta pregunta, ¿de algún modo llegaste a entender las razones de aquella gente, que estaba trabajando mucho por algo que al final era para todos los caspolinos, independientemente de su color político? Mira, puedo estar equivocado pero yo llegué a la conclusión de que en aquellos momentos lo que menos les importaba era la lucha antinuclear. Lo que importaba era el movilizar a la gente para generar calor en otra dirección, y luego a lo largo de los años me he dado cuenta de que es la forma idónea para llevar a la gente a donde quieras. En fin, allí se acabó aquella historia, con el champán incluido, porque hubo también un grupo de personas bebiendo champán, celebrando aquello.
Exactamente, ¿cuál era el motivo de la celebración? Pues que al presidente de la Hermandad lo habían abucheado en su casa. El primer escrache que hubo en la historia moderna de este país, lo sufrimos nosotros. Mi mujer aún está dolida. A mí se me pasó antes debido a mi actividad sindical y política, pero estuve 3 o 4 años sin querer saber nada.
¿Y ninguno de tus compañeros salió a decirles nada? Ninguno. La gente en esos momentos tiene una parte de peligrosa y otra parte de ruines. Eso es innato al ser humano. Somos así. Por separado somos las mejores personas del mundo pero cuando nos juntamos y hay quien sabe llevar a las masas, pasa lo que pasa.
Y, después de la “noche de los cuchillos largos”, ¿todo acabó ahí? No exactamente. Intentaron que toda la corporación dimitiera.
Y al final, DEIBA, consigue parte de sus objetivos. Al menos la central proyectada no llegó. Es posible que sí. Al menos aquí a Aragón no llegaron nucleares.
Serían una especie de sentimientos acumulados durante décadas, una especie de explosión tras tantos años de dictadura. Puede ser, pero en mi caso lo que no entendí es lo que quería la gente de mí. Porque incluso habíamos hecho manifestaciones de tractores aquí en Caspe, estuve en cabeza de todos los movimientos en un principio. De todas formas, también hay otro motivo.
El motivo tampoco tiene desperdicio. Pero como la entrevista se está haciendo muy larga, vamos a hacer una pausa. El próximo lunes volvemos con la segunda parte. Les aseguro que la espera va a merecer la pena porque a Benito le quedan muchas cosas interesantes por contar.