Caspe, por su emplazamiento entre dos ríos, ha sido -y es- un lugar privilegiado para articular redes de riego. En las últimas décadas ha ganado la partida el río Ebro, pero desde siempre ha sido el Guadalope el responsable de saciar la sed de buena parte del término municipal. El río Guadalope y su ahijada artificial: la Acequia Principal. Según los textos del cronista local Mariano Valimaña, en el año 1550 comenzó la edificación de la Azud de Civán (estaba situada donde hoy se encuentra el Embalse de Caspe) y tras ello se abriría la Acequia Principal, aunque la apertura de la misma “en toda su estensión costó algunos años”.
La Acequia, principalmente en sus primeros tramos, transcurre en paralelo al Guadalope. El problema es que el río dibuja un amplio meandro muy poco después de adentrarse en el término de Caspe, es decir, en la llamada Vuelta del Cañar, por lo que seguir al río en ese tramo significaba dar mucha vuelta. Demasiado tiempo y dinero. Así que los constructores del canal optaron por alejarse un tanto del Guadalope en ese tramo y sustituyeron 5 Kms. de acequia al aire libre por la perforación en línea recta. Fabricando una gran mina en lo que hoy llamamos Zaragoceta, los primeros metros de la Acequia Principal (1.300) serían subterráneos. Una obra titánica para aquellos años.
La mina se hizo, porque parece ser que la primera versión de la misma estaría datada antes del año 1600, momento en el que se cegó por primera vez. Así lo contaba Valimaña: “esta mina es un subterráneo, o canal que se abrió cuando se hizo la acequia principal, atravesando montes, de cuarto y medio, o media hora de lonjitud; pero se cegó, e inutilizó para, el objeto de pasar agua por los años 1600, y desde entonces se abrió nuevo cauce costeando montes y cabezos”. El gozo de aquellos esforzados caspolinos de los albores del siglo XVII había durado muy poco. Hubo que dar por perdido el túnel y resignarse a que el arranque de la Acequia Principal debería ser mucho más extenso y al aire libre. La mina acababa de convertirse en Mina Ciega.
Las siguientes referencias a la Mina Ciega se las debemos a Agustín Cortés Guiu. Este, alcalde entre abril de 1931 y mayo de 1933, escribió sobre ella varias veces en el periódico local El Guadalope y también en la revista local Voluntad. Según se desprende de los textos de Cortés, hubo un nuevo proyecto para reabrir la Mina Ciega a comienzos del siglo XVIII. La obra, entendemos que a cuenta del Concejo de Caspe (la Comunidad de Regantes de Civán no se constituyó hasta 1793), comenzó por ambas bocas. Y otra vez nuestros antepasados del siglo XVIII tuvieron problemas con la obra porque “se perdieron parcialmente en la perforación del monte”. Aún con todo, parece que la empresa llegó a buen término “aunque con algunas curvas y una desviación algo notable, se encontraron [ambas bocas], y por ella corrió el agua el tiempo que fuese”.
Detengámonos en algo en concreto de esta obra de mil setecientos y pico, concretamente en el elemento arquitectónico más deslumbrante de los trabajos: la Luna de la Mina Ciega, construida, probablemente, para dar oxígeno y luz al pesado desguaz (limpieza) de la Mina. Cuesta imaginar cómo la hicieron porque sus dimensiones son imponentes; se trata de un pozo de unos 3´5 metros de diámetro revestido de arriba abajo con buenos sillares y con una profundidad de… ¡27 metros! Una bóveda construida en el año 1719 la cubría, tal y como muestra el dibujo a plumilla que Agustín Cortés realizó en 1928. A la entrada de la misma, coronada por el escudo de Caspe, podía –y puede- leerse la inscripción: “año 1719 se izo la bóbeda”.
Lo más sorprendente de toda esta historia es que la Luna se conserva en muy buen estado. Se ha perdido la bóveda, pero la faraónica obra vertical que desciende casi 30 metros toda forrada de sillares sigue mostrándose en mitad de un bancal de almendreras. No voy a desvelar su ubicación exacta por precaución (si se sube al muro hay que tener mucho cuidado) y porque al fin y al cabo para llegar a ella hay que pisar terreno privado.
Poco duró la alegría porque, de nuevo, se cegó la Mina Ciega ¿Qué ocurrió? En opinión de Cortés, “una precipitación en echar el agua, o la falta de medios para un revestimiento eficaz, determinaron desplomes de tal consideración que hartos de enterrar pesetas decidieron abandonarla; y así ha estado por espacio de más de dos siglos”. El momento exacto del abandono de la Mina Ciega no lo sabemos, pero es seguro que en 1786 estaba fuera de uso porque así lo indica el mapa adjunto fechado en tal año.
Todo debió seguir igual durante dos siglos, aunque intuimos que el anhelo de su reapertura debió acompañar a varias generaciones de caspolinos. En enero de 1926 Cortés escribía, en referencia a la reapertura de la Mina Ciega, que “se está batallando hace muchísimos años”. En el mismo reportaje contaba que los trabajos efectuados hasta la fecha se habían limitado a entrar en ella “con teas o farolas encendidas, hasta donde buenamente ha podido llegarse”, o que en otras ocasiones se había probado a echar agua por la mina “con la inocente esperanza de verla salir por la otra boca”. Al parecer, por aquel entonces el gran túnel no estaba del todo hundido, pues todavía se conservaba un buen tramo del mismo por ambas bocas. Se hablaba, eso sí, de los cauces desviados cuya unión era considerada como un “milagro” a realizar por “un técnico ayudado del nivel y la brújula, y revestir con piedra aquellos trozos en que el terreno no ofrezca la suficiente resistencia”,
Por fin, el 8 de octubre de 1928 comenzaron los ansiados trabajos. Los regantes cruzaban los dedos: “rogamos a su Junta, no retroceda en el camino emprendido, aun cuando se le presente algún obstáculo, que no es de esperar, y los regantes se lo agradecerán”. Las obras continuaron. En la primavera de 1930, cuando ya se habían invertido más de 103.000 pesetas de la época, sonaron jotas por las calles de la pequeña ciudad. El calendario señalaba 13 de abril de 1930 cuando se celebró con algarabía el éxito de las obras de perforación de la Mina Ciega. Fue sin duda una gran noticia porque debemos pensar en Caspe como una población mucho más rural que ahora, con la mayor parte del vecindario mirando hacia el campo de un modo u otro. Señoritos y medieros, jornaleros y comerciantes. Todos dependían en mayor o menor medida del agua. Carlos Bordonaba y Francisco Barberán “después de muchos días y trabajo penoso” habían sido los primeros en recorrer todo el tramo subterráneo. La empresa no había resultado fácil, tanto por la desviación del viejo túnel como por las calamitosas condiciones laborales.
El domingo 5 de junio de 1932 acababan los trabajos y la Mina, ya no ciega, se inauguraba por todo lo alto: “hoy domingo, a las diez de la mañana, tendrá lugar la inauguración de la llamada hasta hoy Mina Ciega”, publicaba la prensa. La junta de regantes de Civán invitó a todas las autoridades y entidades locales. Y como vemos en la imagen el acto fue muy concurrido. Antes de abrirse la mina el curso del agua recorría, entre las almenaras Morunda y de Cases, una distancia de 6,5 kilómetros. Al reabrirse el túnel el viaje del agua se redujo a 1,350 Km. Se ahorraba con ello la tercera parte del tiempo que duraba el desguaz y se limitaba el riesgo de roturas del cajero de la acequia, ¿Y quién puede calcular lo que muchos años supone, el que el agua vaya al riego cuatro o cinco días?, se preguntaba Cortés.
La Mina Ciega estuvo en funcionamiento hasta 1988. A pesar del inevitable paso del tiempo, la bóveda de la Luna se conservaba bastante bien, como vemos en la imagen. Otro tanto puede decirse de la salida de la mina: “Entrábamos por la mina a coger cangrejos de río”, recuerda Pedro Anay, a quien vemos en la foto junto a su esposa Tere Ferrer.
Pero en la década de los 80 comenzaron las deseadas obras Embalse de Caspe. Y entonces surgió un problema: el nacimiento de la acequia, la boca de la Mina Ciega, quedaba mucho más bajo que la cota del pantano. Así que se optó por construir un nuevo túnel, ahora tubería. La vieja mina, siempre problemática, murió del mismo modo que había nacido: complicando la vida a los ingenieros. Aún después de cegada la entrada, seguía saliendo agua por su salida. Fue entonces cuando se destruyó la bóveda, porque los responsables de la obra pensaron que para intentar tapar la fuga de agua iban a recurrir a un método tan barato y poco ortodoxo como tirar por la Luna “de todo para intentar tapar la fuga del pantano”. Todo aquello, cemento incluido, acabó en el río, AVEZAMI lo denunció y el asunto desembocó en los tribunales.
Actualmente la Mina Ciega ya no cumple función alguna, pero sus dimensiones e historia merecen que la preservemos para que no caiga pasto de la impiedad del tiempo.
Amadeo Barceló
Gracias a Alberto Serrano, Mariano Cebrián, Domingo Albiac y Pedro Anay
7 respuestas a «LA MINA CIEGA Y SU LUNA: UNA OBRA FARAÓNICA EN LA ACEQUIA PRINCIPAL DE CASPE»
Un escrito magnífico, para la historia de Caspe de aquellos hombres q con los materiales q tenían llegaron hacer una obra faraónica me enorgullezco de aquellos hombres
Gracias!
Muy bonita historia que mucha gente no conocíamos gracias por compartirla
Muchas gracias Ramón
Muy interesante!! Desconocía esta historia.
Gracias Adrián. Me alegra contarle algo nuevo al historiador que más controla sobre la Edad Moderna de Caspe. ¡Saludos!
Macnifico relato gracias Amadeo