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La muerte de Sebastián Suñer en el campo de aviación (un supuesto castigo divino)

El día de San Valentín del año 1907 nacía en Nonaspe Sebastián Suñer Turlán. Treinta años después (3-9-1937) Suñer perdía la vida en el campo de aviación de Caspe a consecuencia de las heridas sufridas en cara, cuello y rodilla izquierda, según puede leerse en la certificación médica de su acta de defunción. Lamentablemente, la muerte de un joven bajoaragonés en plena Guerra Civil no debía ser una noticia excepcional. Sin embargo, el fallecimiento de Sebastián Suñer traspasó, como a continuación veremos, las fronteras espacio-tiempo. Lo más significativo no es que el trágico suceso siguiera siendo noticia décadas después, sino que el mismo se atribuía -como no podía ser de otro modo en aquella España tan sumamente pacata-, a un ajuste de cuentas entre Suñer y la divinidad.

En la edición de El Noticiero del 10 de septiembre de 1954 se recogía de este modo tan «objetivo» un suceso muy significativo acaecido en Nonaspe tras estallar el Alzamiento:

«Era el día 26 de julio del año 1936 por la tarde; después de haber saqueado la iglesia parroquial las hordas rojas llenas de odio hacia las cosas santas y también hacia Ntra. Señora la Santísima Virgen de Dos Aguas fueron se a la ermita, allí destruyeron y quemaron su hermosísimo altar de estilo barroco; al la venerada Imagen le guardaban otro suplicio más atroz; uno de los “valientes” (así se catalogaban ellos) ató la Santa Imagen por el cuello con una soga y arrastrándola por la plaza entre horribles blasfemias y diabólicos escarnios hasta que se desprendió la cabeza del tronco, consiguiendo así su perverso intento y echando bravuconadas de la gesta realizada, diciendo que la Virgen no se le volvía».

Continúa la narración, ahora, dando un salto en el tiempo hasta septiembre de 1937 -día en el que Suñer perdió la vida-, donde la supuesta «venganza divina» guardó, sin duda, relación con el óbito:

«(…) pero… he aquí que este desnaturalizado es destinado en virtud de sus heroicidades al campo de aviación de Caspe, en plena retaguardia, y ¡oh castigo del Cielo! al ir a mover la hélice de un avión para ponerlo en marcha, la misma hélice le segó la cabeza, separándola del tronco al igual que él un día segó y cortó la cabeza de la Santísima Virgen cuatro meses antes. El hecho es rigurosamente histórico, atestiguado y contado por testigos oculares de los pueblos de Nonaspe y de la Ciudad del Compromiso. No se cita su nombre por no herir sentimientos familiares».

El mismo suceso pudo leerse en una crónica obra de Antonio Mérida realizada para Sábado Gráfico en el año 1960, la cual llevó por título «El altar llegó a través del espacio»:

«La tarde del 26 de julio de 1936, después de haber saqueado la iglesia parroquial, las hordas rojas vinieron a la ermita –nos explica el cura párroco- y destruyeron y quemaron su hermoso altar de estilo barroco. Uno de aquellos “valientes”, llamado Sebastián, hijo de este pueblo, ató la santa imagen de la Virgen con una soga por el cuello y la arrastró entre escarnios y blasfemias hasta que se desprendió la cabeza del tronco. Poco después este desnaturalizado moría en un campo de aviación de Caspe. Al intentar mover la hélice de un avión para ponerlo en marcha, la misma hélice le segó la cabeza, separándola del tronco, al igual que él un día hiciese con la imagen de la Virgen, cuatro meses antes».

Gracias a Mario Rius por los documentos facilitados.

Publicado en El Agitador el 28-4-2015

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