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La Zurradería

No siempre es necesario marcharse hasta la otra punta del término municipal para descubrir un rincón interesante. Hoy nos situamos todavía más cerca que la pasada semana, aquí al lado. Apenas salimos del casco urbano para acercarnos hasta la Zurradería, un edificio que -a la vista está- lleva años abandonado.

El edificio debe su nombre al arte de curtir o zurrar las pieles. Pero más allá de eso, todo lo que sabemos sobre la Zurradería es lo que cuenta mosén Doñelfa en sus Anales de Caspe:

«Así se llamaba una pequeña tenería o fábrica de curtidos, que funcionó muchos años en la segunda mitad del siglo 19º.- Sólo se confeccionaban badanas blancas, llamadas baldés. Según oí referir a M. Luis Catalán, los productos de esta pequeña fábrica eran muy estimados en el comercio, por lo cual es muy extraño que cesara y no continuase. Dejó de funcionar hace ya más de veinte años. Se halla este edificio en la orilla del Guadalope, junto al puente del ferrocarril. Fué algún tiempo propiedad de D. Antonio Ferrán, organista que fué de la Parroquia, el cual lo traspasó a D. José Navarro, llamado «El Corredor».

Luis Doñelfa Salvador; «Anales de Caspe (Segunda Parte)», Cuadernos de Estudios Caspolinos 28, CECBAC, 2009, p. 110.

Cuando Doñelfa asegura que «dejó de funcionar hace ya más de veinte años», inferimos que se se refiere a que la Zurradería ya no estaba en funcionamiento en los albores del siglo XX, puesto que la redacción de sus anales comenzó en septiembre de 1922.

Por otra parte, cabe preguntarse qué son las badanas blancas. Para despejar la incógnita he recurrido a los hermanos Longas, antiguos curtidores. Sergio me dice que «la badana es la piel de cordero u oveja curtida al vegetal con extractos naturales», y especifica, «curtida al vegetal, con madera de árbol triturada en polvo».

Para visitar las ruinas de la Zurradería solo hay que bajar hasta el parque Entre Puentes. Muy cerca de la senda circular, en el extremo más próximo al puente del tren, se abre un angosto camino que llega hasta las ruinas abriéndose paso entre la abundante arboleda. Si todavía en la actualidad se trata de un espacio privilegiado, imaginen cómo sería hace más de 100 años, cuando el Guadalope rozaba sus proximidades. Quizá si alguna vez llega el día en el que el río se recupera, sea el momento de incorporar a Entre Puentes este bonito, desconocido y un tanto misterioso rincón.

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