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Memoria histórica

Trastos que son historia

Me contaba un antiguo policía local de Caspe que, en un lugar recóndito del Ayuntamiento, se conservaban algunas de las huellas de nuestro pretérito cercano. Al llegar la transición, los retratos de Franco o José Antonio Primo de Rivera habían desaparecido de los espacios públicos, pero como él bien sabía, no fueron destruidos. Mas, cuando empezaron las obras de reforma del Ayuntamiento de Caspe (hace ya tanto que casi ni nos acordamos), los cuadros no estaban allí. Se habían esfumado por arte de magia.

En Chiprana, estos vestigios del pasado, corrieron mejor suerte. Al final de los años 70, cuando el ayuntamiento de la villa ni tan siquiera tenía un almacén donde guardar los trastos inservibles, alguien tuvo la acertada idea de no tirar los símbolos del franquismo a la escombrera. Se guardaron en un mas. ¿Por si acaso había que volver a utilizarlos? ¿O quizá, con una amplitud de miras nada común en aquellos momentos de profunda renovación, cuando lo que pegaba era deshacerse de lo viejo, pensar que en un futuro no muy lejano, a muchos les gustaría asomarse a esta página de nuestra historia reciente?

Pues el caso es que en Chiprana, tiempo después, por una segunda vez todas esas cosas que olían a rancio, volvieron a salvarse de la escombrera. Porque pasado el tiempo alguien estuvo tentado de hacer sitio en el mas y tirarlas. Pero gracias a un particular, continuaron conservándose en el mismo sitio en el que lo hacen todavía: el almacén de un particular (a quien le damos las gracias por mostrárnoslas). Es así como hoy, afortunadamente, podemos enseñárselas a todos ustedes.

Abriré un paréntesis porque, inevitablemente, asociamos este asunto con el de la simbología todavía más cercana. En el caso de Caspe, las placas de la iglesia. Todavía se discute sobre la conveniencia de quitar los nombres de los «Caídos por Dios y por España» de cientos de iglesias del país como la de Santa María la Mayor. Al respecto, la Ley de la Memoria Histórica es clara: deben retirarse. Aquí, hace un par de años se quitaron los emblemas franquistas anexos a las placas de la Iglesia de Caspe, no así los nombres. ¿Es suficiente? ¿Es una página de la historia que debe recordarse? ¿No es menos cierto que representan una ofensa para las familias de los «otros caídos»? El debate continúa abierto.

En cualquier caso, creo firmemente que debemos hacer un esfuerzo por racionalizar este asunto. Tengo clarísimo que las placas, sea donde sea, deben conservarse. Porque tanto estas como todo lo que se guarda en un almacén de Chiprana representan una página de nuestra historia. Ni más ni menos. Espero que, algún día, todos esos «trastos» puedan exponerse en un lugar adecuado en el que se explique a los visitantes las verdades y mentiras de una época que, como la prehistoria o la medieval, merece su espacio.

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