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La última oportunidad para la Magdalena

Por primera vez, los caspolinos se plantean actuar en una de sus insignias patrimoniales, el Santuario de Santa María Magdalena. Recientemente, varias personas de Caspe vinculadas a la cultura local compartieron con la corporación su preocupación por el estado del icónico y maltrecho santuario junto al Ebro. La reunión fue positiva y en los próximos días una comisión de especialistas -encabezada por el Ayuntamiento de Caspe- va a desplazarse hasta la Magdalena para realizar una primera valoración sobre la situación del templo.

Hace unos días tuve la ocasión de realizar una excursión por el Ebro gracias a las actividades de verano que organiza la DPZ. Guiados por un gran conocedor del pantano (Eduardo Catalán, Cata, de Río Caspe Aventura) pudimos acercarnos hasta la Magdalena, primero navegando y luego caminando. Fue un deleite disfrutar desde varios ángulos de la visión de uno de los lugares más maravillosos del término de Caspe.

Eduardo Catalán en la senda que accede al santuario tras cruzar el Ebro desde el Mas de la Punta

Todo era perfecto hasta que accedimos al antiguo monasterio. Hace tiempo que no llegaba hasta allí y, como imaginaba, el estado de los vestigios de Santa María Magdalena es realmente preocupante. El paso del tiempo, la sinrazón, la desidia, la falta de recursos, la distancia o más bien una conjunción de todo ello, se han coaligado para que la Magdalena agonice. Como prueba, Cata nos mostró varias estancias por las que hasta hace tres o cuatro décadas podía transitarse y hoy ya no es posible porque, sencillamente, se han hundido.

Estado del atrio de la iglesia fotografiado desde el interior . Al fondo, una de las estancias hundidas

Para entender los motivos por los que la Magdalena se encuentra en ruinas, hay que conocer su historia. ¿Por qué se edificó una iglesia en un lugar tan alejado y de difícil acceso? ¿En qué momento comenzó la decadencia del complejo? Hoy son cientos los curiosos que se acercan hasta la isla y su santuario (muchos más los que la ven desde el pantano), pero durante siglos -y a pesar de que desplazarse era mucho más lento-, Santa María de la Magdalena fue un lugar visitado por un número todavía mayor de caspolinos y comarcanos.

La Magdalena vista desde Valdurrios. La fotografía se tomó la pasada primavera, cuando el Ebro impedía pasar a ella andando

Caspe y Santa María de la Magdalena de las Valletas: una relación estable a pesar de la distancia

La isla misteriosa a la que miramos o bien desde el paraje del Mas de la Punta o bien desde las Valletas, es en realidad una península durante la mayor parte del año, puesto que puede accederse a ella tras recorrer 32 km si salimos de la ciudad de Caspe y tomamos el camino de Valdurrios (los últimos cientos de metros deben recorrerse a pie, por senda). Se encuentra en los límites del término de Caspe, cerca de tierras fragatinas y mequinenzanas.

Vistas del Ebro y el monte de Valdurrios desde el santuario de la Magdalena

En ella destacan, sin duda, las ruinas del santuario consagrado a Santa María Magdalena que llaman la atención de todo aquel que navega por el Ebro. Aún sin verla de manera presencial, la Magdalena es capaz de embriagar a quienes la descubren a través de fotografías o vídeos. Muchos aragoneses la conocen desde que Carlos Saura la incluyó en el audiovisual “Sinfonía de Aragón” que se proyectaba en el pabellón de Aragón de la Expo 2008.

Siglos atrás, al conjunto religioso se le llamó también Santa María de Trabes (por su cercanía a Trabes o Travia[1]) e incluso Santa María de la Coveta (debido a que, según la tradición, la imagen de la santa apareció en una cueva), pero con el tiempo el vínculo del lugar con María Magdalena no solo se impuso, sino que la discípula de Jesús pasó a ser muy querida por los caspolinos.[2] La devoción era tal que durante las guerras del siglo XIX se traía la imagen de la santa a la ciudad para así “librarla de insultos e irreverencias”, escribía el cronista local Mariano Valimaña.

Uno de los ángulos más conocidos del santuario

Muy probablemente, el fervor de Caspe hacia la Magdalena de las Valletas se vio reforzado por los supuestos prodigios llevados a cabo por la santa, a la cual se le atribuían, al menos, cinco milagros. El vínculo con Caspe continuaba siendo poderoso a finales del siglo XIX, cuando la prensa local publicaba:

Allá, en la cumbe de un monte / que está en medio de un desierto, todo poblado de pinos, de lentiscos y romeros, de tomillos y sabinas, de rematas y de enebros, cuyo balsámico aroma, forma un conjunto soberbio, que dilata los pulmones, y fortalece los nervios, se levanta majestuosa, como señora del Ebro, que manso corre a sus pies, con un rumor placentero, una ermita solitaria, en lo más alto del cerro, que a María Magdalena, rinde culto el pueblo entero.[3]

A pesar de los 20 km que separan la Magdalena del núcleo urbano de Caspe (desde el Mas de la Punta) y aunque para llegar a ella debe cruzarse el Ebro en pontón, durante siglos hubo romería hasta el lugar. La costumbre se mantenía a principios del siglo XX, pasando a la isla, probablemente, el domingo de Cuasimodo.[4] Pero ya se sabe que la modernidad casa mal con las costumbres religiosas: en 1928 la revista Caspe lamentaba que la romería anual prácticamente había desaparecido. La destrucción de la iglesia durante la Guerra Civil acabó con la romería de modo definitivo. Tres décadas más tarde, la construcción del pantano de Mequinenza y el consiguiente despoblamiento de la Herradura -pedanía caspolina no demasiado lejana de la Magdalena- condenaron el ya maltrecho santuario de la Magdalena al olvido. 

Única fotografía que se conoce de la iglesia de la Magdalena antes de su destrucción en 1936. Archivo gráfico ABC-ASD

Aunque nunca fue exactamente una ermita, durante varios siglos hubo eremitas habitándola: en 1889 el ermitaño Mariano Lasheras recibía un sueldo mensual de 7,50 pesetas pagadas por el Ayuntamiento de Caspe (el último de los ermitaños fue designado en 1934). Por otro lado, cuando la lluvia se resistía era costumbre ir a buscar a la imagen (y a la del “pastoré” que le acompañaba) para pedirle que pusiera fin a la sequía. El hecho de traer a la santa y especialmente su llegada a la población se convertía en una ceremonia multitudinaria: la corporación y los religiosos de la ciudad bajaban a recibir a la venerada figura; se engalanaban las calles por las que pasaba la procesión en su camino a la parroquia y miles de caspolinos salían a la calle para recibir a la imagen; se entonaban, al mismo tiempo, unos cánticos específicos que comenzaban así:

Las nubes pasaron / por nuestros sembrados / no quisieron llover / por nuestros pecados

Escaleras de acceso. En la imagen se distinguen distintos materiales de construcción que corresponderían a dos épocas distintas

Los orígenes del templo y del culto a la Magdalena

En el siglo XVIII el padre Faci escribió que el monasterio se levantó precisamente allí porque una imagen de la santa fue allí localizada por un pastor, concretamente en el interior de una gruta. El rabadán la llevó con él por dos veces pero, la figura sagrada, milagrosamente, desaparecía de su zurrón y volvía a la cueva.[5] Al margen de creencias religiosas, en la construcción del santuario debe también tenerse en cuenta la idoneidad de su ubicación como vigía del Ebro.[6] Prueba de ello es que hubo en la península de la Magdalena una venta que fue parada y fonda para barqueros y caminantes. Existía en el año 1513 y prueba de ello es que los mapas antiguos atestiguan su existencia.[7]

Mapa de 1675 en el que aparece la Venta de la Magdalena. Biblioteca Nacional

Tras una primitiva ermita de traza románica, el engrandecimiento del conjunto fue impulsado por el prestigioso clérigo local Martín García Piazuelo, Obispo de Barcelona y predicador de los Reyes Católicos. De niño había sido pastor en las Valletas y, tras llegar a las altas esferas religiosas, su patrimonio personal pudo sostener la construcción que habría que datar entre los años 1519 y 1521. Fue entonces cuando se instituyó el priorato de la ermita  de la Magdalena “para religiosos del hábito y religión del hábito de San Juan de Jerusalén”[8], siendo su primer prior el Bailío de Caspe. Por tres siglos más, las tierras del Soto de la Magdalena seguirían perteneciendo a la Orden de San Juan del Hospital.

Esos 300 años de propiedad hospitalaria fueron los de mayor auge del santuario. Veamos algunos ejemplos: en 1678 Francisco Sanz era el presbítero del lugar, mientras que cuatro años después en el Protocolo de Notas del notario local se habla del prior de la Magdalena, lo cual nos indica que el servicio religioso se mantenía; en 1739 se aprobaron los estatutos de la Cofradía de la Magdalena que ya se tenía por “antiquísima”; en 1774 el Papa Clemente XIII concedía un buen número de indulgencias para los devotos caspolinos de la santa. Sin embargo, la lejanía a los núcleos urbanos siempre fue un lastre, porque a comienzos del siglo XIX el monasterio se encontraba deshabitado y las tierras de sus alrededores no se trabajaban adecuadamente (para remediarlo, llegaron temporalmente los monjes de la Trapa de Maella).[9]

Fotografía de Antonio Gascón (principios del siglo XX) al lienzo del siglo XVIII que representaba una rogativa o romería al Santuario de Santa María Magdalena. Archivo gráfico ABC-ASD

En cuanto a la figura que se veneraba, las fuentes hablan de una primera imagen pequeña, de poco más de un palmo, construida en alabastro, la cual estaba acompañada por una segunda representación, la del pastorcillo. Pero la figura más reciente, la que fue destruida durante la guerra, era algo más grande y se mostraba a los fieles “con toca blanca, manto negro y […] melena que le llegaba hasta la cintura”.[10]

El templo y sus pinturas barrocas

A simple vista se distingue que la gran obra impulsada por el obispo García a comienzos del siglo XVI fue realizada en piedra. Bressel Echevarría y Marco Fraile diferenciaban esta de la fábrica barroca: “En las dependencias se distinguen claramente dos bloques de distinta época de edificación; uno de sillares y sillarejo y otra con machones de mortero con togadas de adobe entre ellos”.[11] Hoy solo quedan los vanos y restos que nos revelan que el santuario se componía de un piso superior con salones, granero y cuadras traseras para las caballerías.[12]

Mediante un trabajo casi de forense, todavía es posible examinar el cadáver de la iglesia de la Magdalena: la forma una única nave, tres tramos rectangulares, siete altares y un atrio que conecta con la portada de acceso de medio punto.

La nave vista desde el altar mayor

Antes de la Guerra Civil, las paredes de la iglesia se hallaban revestidas por azulejos azules, cuyos huecos todavía son visibles.

Pared donde se aprecian las formas de los azulejos

El elemento decorativo más destacable de la iglesia fueron las pinturas de época barroca, probablemente de 1730, tal y como señala la cartela de la nave central. Resisten las del crucero y las de la cúpula del ábside. En este último se distingue un Cristo en majestad vestido con túnica azul y en torno a él diez ángeles músicos preparados para hacer sonar sus instrumentos: si miramos con detención veremos un órgano de tubos, un laúd, un arpa, una partitura o una flauta. Parte de los colores de los grabados todavía se conservan, si bien los rostros, brazos y manos de las figuras se aprecian mucho más deteriorados, probablemente por el uso de plomo en los pigmentos.

Cúpula del ábside, con el programa iconográfico compuesto por el Cristo y ángeles músicos
Pintura en el arranque de la cúpula del crucero

Mucho menos artísticos que las pinturas son los grafitis modernos. Las firmas de quienes han visitado el santuario se han convertido en el elemento más repetido de las paredes de la iglesia y su acceso. Algunos de ellos tienen casi 100 años.

Por mucho que el lugar se preste a ser favorecido por algún acaudalado filántropo prendado por la belleza del santuario y su entorno, la restauración de Santa María Magdalena no es más que un sueño de verano. Pero quizá no lo sea tanto consolidar sus ruinas, tal y como se ha hecho recientemente con la torre de la iglesia del Convento de Santo Domingo de Caspe. Entre tanto, y aunque con mucha precaución porque en cualquier momento el conjunto puede desplomarse, es recomendable visitar las ruinas de la Magdalena lo antes posible. Puede ser que mañana sea demasiado tarde.

Como se aprecia en la imagen, el tamaño de las grietas en la cúpula del crucero es considerable

NOTAS:

Durante el pasado mes de agosto Aragón TV se hizo eco de la ruinosa situación de Santa María Magdalena:

https://www.cartv.es/aragonnoticias/zaragoza/el-santuario-de-la-magdalena-una-joya-patrimonial-aislada-por-el-embalse-de-mequinenza-12587

Enlace al documental “Sinfonía de Aragón”: https://www.youtube.com/watch?v=9Jku84j25S0

Río Caspe Aventura ofrece excursiones hasta la Magdalena en barca. Contacto a través del teléfono 608 161261

También se puede llegar hasta ella en coche, por Valdurrios. Enlace a la ruta: (https://es.wikiloc.com/rutas-mountain-bike/caspe-la-magdalena-caspe-102475120?


[1] Aldea situada en la parte baja de Valdurrios que fue despoblada hacia la Edad Media

[2] Tanto es así que algunos documentos -localizados por Alberto Serrano- demuestran que la Magdalena pudo ser nombrada patrona de Caspe.

[3] Jerónino Dolader Cinca fue el autor de estos versos para el semanario caspolino La Sinceridad.

[4] El posterior al Domingo de Pascua. Sin embargo, hay discrepancias en cuanto a la fecha de la romería, por lo que quizá no siempre fue la misma.

[5] Alberto Serrano, “Tradiciones festivas de la ciudad de Caspe” en Cuadernos de Estudios Caspolinos, X,  GCC, Caspe, 1988, p. 109.

[6] Alberto Serrano ya escribió en torno a ello: “La lógica invita a pensar que este monte a orillas del Ebro, en el que se obraron los milagros de curación de ‘energúmenos’ poseídos por el diablo, vio cómo se cristianizaba un magnetismo espiritual muy anterior, estrechamente relacionado con un río navegable, con unas aguas que en esta zona no eran nada cómodas para quienes las surcaban” (Alberto Serrano, “Leyendas y supersticiones” en Pilar Bernad (coord.), La cultura del agua en Aragón. Usos tradicionales, Rolde de Estudios Aragoneses, 2008, p. 49).

[7] Faci citaba un supuesto milagro ocurrido en ese año, cuando se estaban llevando a cabo obras en la techumbre de la Venta.

[8] Según un documento del Archivo Histórico Nacional, de donde proviene el entrecomillado.

[9] Francisco J. Cortés, La arquitectura religiosa de los siglos XVII y XVIII en el Bajo Aragón zaragozano y en la Ribera Baja del Ebro, IFC, 2007, p. 73.

[10] Mari Carmen Cebrián, “La Romería de la Magdalena”, Nuevo Caspe, 1971, en Alberto Serrano, “Tradiciones festivas”, p. 115.

[11] C. Bressel y R. Marco, Catálogo Monumental de Caspe, GCC, 1981, p. 93.

[12] Estos datos que aporta Serrano en “Tradiciones festivas” (p. 112), provienen, respectivamente, de Cacho y Tiestos y Mari Carmen Cebrián.

9 respuestas a «La última oportunidad para la Magdalena»

Hola Amadeo. Hace unos años estuvimos, con una barca del camping junto a la Magdalena, pero no llegamos a subir. Y yo, siempre me quedé con la duda de su origen e historia.
Gracias por este artículo tan interesante.

Lamentable y triste comprobar cómo se va perdiendo nuestro patrimonio histórico y artístico. Amadeo muchas gracias y enhorabuena por la labor de divulgación. Ánimo. Un abrazo.

Muy interesante y completo artículo; pero se echan el falta los datos sobre su destrucción en 1936. Dado lo lejano que está en edificio de cualquier núcleo de población su destrucción debió ser deliberada y minuciosamente planteada. Siendo datos jistórivamente cercanos¿ que se sabe de ello? ¿ orquesta pasarños por alto al recordar el monumento y su lastimoso estado actual? ¿ no puede haber ayudas para conservar al menos las ruinas en consideración a cómo ocurrió?

Alejo, de la destrucción del santuario durante la guerra no he escrito nada porque lo que sé es eso, nada, más allá de comentarios en cuanto a que fueron anarquistas forasteros. Firmo tu deseo en cuanto a que vengan ayudas. Saludos

Artículo muy completo. Por si te interesa, creo que el último ermitaño fue un tal señor Ángel «el ermitaño», creo , aunque no estoy seguro, que de apellido Estopañán, casado con la señora Antonia, que era ciega. Vivieron frente a mi casa en la calle Alta cuando éramos críos y acabaron ambos en el asilo en la década de los 80. Nos contaba historias del antiguo Caspe y de las romerías que mencionas, y nos cantaba y recitaba un montón de poemas entre los que seguro estaban los de la Magdalena que salen en el artículo.

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