En esta última visita a val Palerma nos vamos a ocupar del conjunto arqueológico más nutrido de todo el término municipal. No en vano, en un puñado de metros cuadrados encontramos varios asentamientos anexos aunque separados por un millar de años que van desde el Bronce Final (hacia el año 1.000 a.), avanzan en el tiempo hasta la Edad del Hierro o comienzos del periodo íbero, y llegan a la romanización si incluimos los restos de la villa romana denominada «Campo de almendros de Ráfales».
Han sido varios los arqueólogos que han intervenido en este lugar próximo al camino del Pallaruelo y la Balsa Palerma, y han sido también varias las denominaciones que ha recibido el conjunto: desde Palermo, sin detallar más, pasando por la distinción Palermo III-IV que llevó a cabo el gran arqueólogo local Manuel Pellicer, hasta Palermo pequeño, como lo llamó el arqueólogo aragonés Lorenzo Pérez Temprado. Sin embargo, a la vista de la cantidad de restos de varios periodos quizá sería más justo conocer el lugar como Gran Palermo.
En opinión de Pellicer, en el yacimiento se distinguen tres núcleos de viviendas de planta rectangular en los cabezos oriental y occidental, ambos del Bronce Final e inicios del Hierro. Al sureste, en la zona baja, aparecen restos romanos de época imperial (la villa romana antes citada). Andres Álvarez precisó todavía más al distinguir tres periodos bien diferenciados:
- Fase Antigua (Bronce Final II, hacia el siglo XI a.C y el IX a.C) donde las casas serían de zócalo de piedra y alzado de adobes y tapial, contando también con divisiones interiores de tabiques de adobes y pavimentos de arcilla apisonada. Las puertas de las casas se abrirían hacia el exterior del poblado.
- Fase Media (BF III, ss. IX y VIII a.C.) Esta fase coincidiría con la gran eclosión demográfica, y en ella el poblado alcanzaría unos 7.000 m2 y unos 150 o 200 habitantes.
- Fase reciente (años 750-550 a.C), en la que según la interpretación de Álvarez se construiría un gran muro defensivo de más de un metro de grosor y una empalizada.
Se atribuye a este último periodo la zona central del cerro (escorada hacia el suroeste) en la que excavó Pérez Temprado a finales de los años 20 del pasado siglo. Fue ahí donde se localizaron materiales cerámicos de la Edad del Hierro.
Algo más al este se encuentra lo que queda del llamado “Campo de almendros de Ráfales”, villa romana que perduraría hasta el siglo III d.C. La zona más al oeste de esta villa -la primera que encontramos si nos acercamos al conjunto arqueológico desde el camino de val Palerma- se solapa con el poblado del Bronce. Tiempo atrás todavía era posible encontrar restos de la cerámica romana denominada terra sigilata.
A pesar de las desafortunadas intervenciones humanas llevadas a cabo no hace demasiados años, el conjunto del Gran Palermo sigue siendo un lugar en el que realizar nuevas intervenciones arqueológicas y darlo a conocer a los muchos interesados que salen de casa tratando de aunar naturaleza y turismo cultural.
Mi agradecimiento a Mariano Cebrián, quien ejerció de guía meses atrás y a Salvador Melguizo por la información facilitada.