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Historia contemporánea

DEL BAJO ARAGÓN AL GARROTE VIL: «LA BANDA DE ALCAÑIZ» (1943)

Publicado en Historias del Bajo Aragón, abril de 2015

En los primeros años de la década de 1940 tuvo lugar en Alcañiz una rocambolesca historia protagonizada por un pequeño grupo de anarquistas, conocidos como “la banda de Alcañiz” a los que se atribuyeron diversos asesinatos y robos. Finalmente fueron detenidos y ejecutados en Barcelona en 1943.

De la historia que voy a relatarles tuve referencias a través del responsable de la Bibloteca de Alcañiz, Ignacio Micolau. Sabedor de mi investigación en torno a las actividades antifranquistas en el Bajo Aragón durante los años 40[1], fue él quien me habló de un artículo publicado por Juan José Morales, periodista, profesor de la UNED en Calatayud y antiguo director del periódico La Comarca. Morales, en 1998, escribió en torno a una serie de detenciones del año 1943 que acabaron con dos miembros de una banda de atracadores afincada en Alcañiz ejecutados en Barcelona[2]. Pero cuando Morales se interesó por el caso, escudriñar un sumario militar era misión sumamente compleja. Pasados 16 años jugué con mejores cartas que Morales, pues sin mayores problemas pude consultar los viejos legajos y esclarecer de un modo mucho más veraz el caso.

El procedimiento sumarísimo que contenía lo necesario para reconstruir unos hechos que conectaban directamente Alcañiz con Barcelona se custodiaba en esta última con el número 31.429. Otro sumario anterior se hallaba a resguardo en el Archivo Militar de Zaragoza; éste había sido incoado contra uno de los ejecutados, Bernabé Argüelles, asturiano de origen francés (nació en Francia pero su niñez y juventud transcurrió en la localidad asturiana de Mieres). Tras la consulta de ambos procesos supe de la historia, un tanto rocambolesca, del anarquista Argüelles. Se le atribuía la participación en 15 asesinatos durante la guerra y por dos veces había conseguido fugarse del presidio, escapando primero de la cárcel de Porta Coeli (Valencia), y después, tras ser detenido en las cercanías de Sariñena, huyendo del Hospital de Barbastro tomando dirección sur. Lo que pasó tras dejar atrás la capital del Vero proviene de la declaración del propio Bernabé Argüelles tras su tercer, y definitivo, arresto:

Alcañiz

“Una vez en libertad, se refugió en unas montañas próximas a la ciudad de Alcañiz, donde, falto de todo medio de subsistencia, se reunió con tres individuos también refugiados en el monte, formando así un grupo de cuatro que desde agosto del año pasado hasta febrero del actual hizo tres atracos, de los que solo recuerda con certeza dos, acaecidos en noviembre y diciembre a una casa de campo aislada, el uno, y a unas ventas existentes en la carretera de Alcañiz a Gandesa, el otro, que les reportaron unas 4.000 pesetas. En la montaña dormían en cuevas, teniendo un depósito de material de guerra, consistente en pistolas y bombas de mano procedentes de la pasada campaña, material que utilizaron para los golpes dichos”.

Archivo del Juzgado Togado Militar de Barcelona, Procedimiento Sumarísimo 31.429, folios 3 y 4.

Al parecer, Bernabé Argüelles, que no solo permanecía en los montes de Alcañiz sino que también se dejaba ver por la ciudad, escribió a un antiguo compañero de la cárcel, Francisco Atarés Agustín -natural de Almudévar- reclamándolo para que se uniese a las actividades ilícitas desplegadas por la banda “de Alcañiz”. Pero quizá Argüelles no sabía que para entonces, Atares era uno de los principales miembros de una importante banda de atracadores y estaba pensando exactamente lo mismo que su amigo: reclutarlo para su banda. Y para lograr sumarlo a su causa delictiva le planteó un argumento de peso. Los golpes que Argüelles estaba llevando a cabo en la zona de Alcañiz eran de poca monta, nada que ver con los que él y sus compañeros de Barcelona perpetraban con frecuencia. Pero la propuesta del oscense no sedujo a Argüelles, pues considera que en la Ciudad Condal le conocía mucha gente; tenía miedo a ser reconocido y, por consiguiente, detenido. Así que, ante la insistencia de Atares, se sacó de la manga una original excusa. Tal y como él mismo declaró “inventó una idea de masones e hizo creer a su amigo que no podía abandonar la comarca en que estaba, porque cumplía órdenes de las logias al permanecer en ella[4]”.

Era la segunda vez que se le relacionaba con la masonería. La primera tuvo lugar el 15 de octubre de 1941, cuando el alcalde de Capdesaso (Huesca) dijo de Argüelles, quien durante la guerra comandante y Comisario Político, que durante la etapa de “dominación marxista” “frecuentaba este pueblo constantemente [y] se dedicaba a hechar [sic] mítines y dar conferencias masónicas obligando a todo el pueblo a que fuera a la plaza a escucharle[5]”.

No convenció a su amigo Argüelles, pero aun con todo, Atares volvió a Alcañiz. En aquella ocasión le acompañaron otros dos miembros de la banda de Barcelona, Joaquín Pallarés, el cabecilla, y Francisco Álvarez, albañil turolense afincado en Barcelona. Este segundo viaje tuvo como objetivo sellar un acuerdo de doble dirección. Si el grupo de Alcañiz era capaz de preparar un asalto importante (planteaban atracar a un pagador de las minas que solía llevar unas 350.000 pesetas en concepto de jornales), varios hombres de Barcelona se unirían a ellos, siempre y cuando los cuatro “alcañizanos” hiciesen lo mismo cuando se les necesitase en Barcelona. Pero todo se precipitó en el mes febrero con la caída de dos hombres de la banda de Alcañiz; en un enfrentamiento con la Guardia Civil, el clandestino llamado Vicente resultó herido –y posteriormente detenido-, al tiempo que su hermano Francisco era abatido en la refriega.

Así es como los últimos componentes de la pequeña banda alcañizana, Benito Sauté, natural de Bojar (Castellón) y el ya referido Bernabé Argüelles, cambiaron el monte del Bajo Aragón por el asfalto de Barcelona. Sauté, ex combatiente republicano y refugiado en Francia al final del conflicto, había cruzado la frontera clandestinamente, llegando hasta los montes cercanos a Alcañiz junto al tal Francisco. Posteriormente se unió el hermano de éste, Vicente, instalándose los tres en una cueva. Cuando decidieron viajar a Barcelona por separado, tanto su salud como la de Argüelles era precaria, pues al parecer, Sauté se hallaba aquejado de unas fiebres y a su llegada a la capital catalana trató de recibir algún tipo de tratamiento. Argüelles, según su propia declaración, se creía tuberculoso, y por ello afirmó al declarar que durante su estancia en Alcañiz se vio obligado a recurrir a la violencia “para no morirse materialmente de hambre[6]”. En su maleta llevaron con ellos varias bombas de mano que utilizarían después en el atraco al contratista Tubella.

Barcelona

A su llegada, quizá no fueron del todo conscientes de la trascendencia del grupo delictivo barcelonés en el que acababan de integrarse. Tal y como confesó el afamado comisario Eduardo Quintela (encargado de las pesquisas que culminaron con la detención masiva):

“Este grupo fue el que más se resistió a sus investigaciones, sin que se haya dado otro caso en que una banda actuara durante ocho meses, con la intensidad que actuó ésta, permaneciendo en el anónimo todos y cada uno de los individuos que la componían[7]”.

En el informe policial, una vez enumerados los delitos llevados a cabo por la banda, Quintela trató de justificarse. Sabía que había tardado demasiado tiempo en detenerlos. En su defensa, señaló que se trataba de un grupo de delincuentes sin vinculaciones políticas y, por ello, como el botín de los atracos no fue nunca a parar a manos de presos políticos u organizaciones clandestinas de izquierda “controlados más o menos detalladamente por el firmante”, complicó sobremanera la investigación “excluyendo así todo género de pista que pudiera conducir al descubrimiento del grupo[8]”.

El comisario Eduardo Quintela

Sin embargo, alguien tan vinculado con el mundo anarquista como el ex guerrillero y escritor Antonio Téllez, propuso un escenario claramente distinto: según él, Francisco Álvarez, Fernando Ruiz y Joaquín Pallarés formaban parte del comité regional de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL). Al mismo tiempo, Sauté y Argüelles serían miembros de una comisión interregional Cataluña-Aragón. Tellez culpó de la caída de la banda de atracadores a Eliseo Melis[9]. ¿Cuál de las dos versiones es la válida, la de Quintela o la de Tellez? Quizá ambas. En efecto, parece probado que Pallarés, el jefe del grupo, formaba parte de las Juventudes Libertarias, tal y como declaró su compañero Juan Águila cuando Pallarés “le mostró un manifiesto de las juventudes libertarias, y le dijo que estaban organizándose clandestinamente”. Pero si hacemos caso a lo dicho por Águila, la solidez de los principios anarquistas de Pallarés sería muy relativa; unas líneas después, Juan Águila añadió que él se apartó de la banda “al comprobar que de lo que se trataba era simplemente de atracar para lucrarse los atracadores y no para ayudar a la organización[10]”. Pero Águila no sería el único en recurrir a la conexión Pallarés-CNT; también Fernando Ruiz dijo que Pallarés le mostró “literatura clandestina de la CNT y de Juventudes Libertarias”[11].

La caída de la banda

La desarticulación del grupo delictivo fue posible a través de una paciente labor de control ciudadano (entonces, algo nada complejo para el régimen). El plan consistió en fijar la atención en personas que “se hacían notar en Barcelona por bien vestir y comer en desproporción con sus ingresos”. Así es como, tejiendo una costosa y tupida red, fue detenido Joaquín Pallarés el 3 de febrero de 1943. Tras él cayó su realquilada, la aragonesa Hilaria Fontdevila, 47 años, natural de Tabernas (Huesca), de antecedentes izquierdistas y con dos hijos huidos a Francia. Poco a poco fueron detenidos el resto de integrantes: el barcelonés José Serra, el albañil turolense Álvarez, Benito Sauté (estos dos últimos provistos de dos pistolas cada uno en el momento de sus detenciones), Fernando Ruiz, capturado en su propio domicilio, y el otro puntal de la banda, Francisco Atarés, 26 años, natural de Almudévar y vecino de Barcelona. Atarés había sido un joven combatiente republicano y fue sometido a procedimiento bajo jurisdicción de guerra en Alicante. Los días 7 y 8 del mismo mes fueron arrestados otros dos componentes del grupo delictivo, Pedro Tresols y Juan Aguilar.

La detención de los anarquistas en prensa

Cómplices resultaron ser también los oscenses Vicente Iglesias, 25 años, natural de Ayerbe y vecino de Barcelona, y José Urrea, 37 años, nacido en Ballobar, ambos presos en la cárcel de Huesca hasta diciembre de 1942[12].

Argüelles fue uno de los últimos en caer. Ya en los calabozos habló de una compleja trama para justificar su participación en los golpes de mano de Barcelona. En resumen, aseguró haber contactado con miembros reformistas de la CNT, quienes, en convivencia con varios monárquicos, pretendían crear un frente sindical fuerte, anticomunista y antifalangista, con la creencia de que el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial podría serles favorable. Y para dicha misión necesitaba fondos, por lo que se implicó en los robos llevados a cabo por sus compañeros. Inventada o no, lo cierto es que Argüelles ya había contado la misma historia a sus compinches (así lo declaró el almudevano Atarés). Para aportar credibilidad a su declaración, fijémonos en un detalle relevante: Argüelles citó, entre uno de los supuestos cenetistas con los que habría tomado contacto, a un destacado anarcosindicalista, un tal Pereira. Es muy posible que el referido Pereira fuese Antonio Perreira (con dos erres), napolitano afincado en Barcelona. Antonio Perreira, al menos en 1945, era secretario de Defensa del Comité Regional catalán de la CNT[13]. No era la primera vez que tenía referencias de Perreira: Como Carmen Estelles, su esposa, me contó, el italiano participó en los combates de Atarazanas el 19 de julio de 1936 y posteriormente se alistó en la Columna Ortiz. El 25 de agosto de 1936 casó con ella en la Casa Consistorial de Caspe con el jefe de la Columna Ortiz, Antonio Ortiz, como maestro de ceremonia. Por si fuera poco, quien en unas semanas iba a convertirse en presidente del Consejo de Aragón, Joaquín Ascaso, actuó como testigo[14].

Todos los trámites necesarios se llevaron a cabo con una velocidad de vértigo, lo cual permitió que el día 24 de marzo se celebrase el Consejo de Guerra contra los detenidos. A los integrantes de la banda se le acusó de perpetrar atentados contra las autoridades (al menos en tres ocasiones sustrajeron a punta de pistola las armas reglamentarias de otros tantos agentes) y de cometer 12 robos a mano armada desde mediados de 1942 hasta febrero de 1943. El delito más grave que se les imputaba era el asesinato de un miembro de las fuerzas de orden público: el 6 de agosto de 1942 anochecía en la barcelonesa calle Vallespir cuando Pallarés, Álvarez y Atarés quisieron arrebatar el arma reglamentaria al cabo de la Guardia Civil Heliodoro Rodríguez. El guardia se resistió y, durante el forcejeo, su arma se disparó y resultó gravemente herido, falleciendo poco después.

Sin compasión alguna (ni siquiera para Argüelles que solo había participado como actor secundario en uno de los atracos) la sentencia decretó ocho penas de muerte para Atares, Águila, Serra, Pallarés, Ruiz, Tresols, Álvarez, Argüelles y Sauté[15], este último, el único que había cumplido los 30 años de edad. Cinco días después el siniestro ritual del

garrote estaba dispuesto para los nueve condenados. Leída la sentencia delante de los convictos, a la 1 de la madrugada fueron conducidos a la capilla, donde aguardaron la llegada del temido amanecer. A las 7 de la mañana del 29 de marzo de 1943 eran asesinados a garrote vil en la Cárcel Modelo de Barcelona. El ejecutor fue Florencio Fuentes Estébanez, el siniestro verdugo de Valladolid[16]. Unas horas después los cadáveres fueron enterrados en la fosa común del cementerio del sudoeste[17].

Cuatro años después un grupo antifranquista volvería a actuar en Alcañiz, esta vez, utilizando como tapadera a una compañía de seguros llamada “La Monegal[18]”. Y de nuevo, la lucha contra la dictadura acabaría en tragedia.

Amadeo Barceló

Notas 

[1] El autor de este relato ultima un libro que lleva por título ¡Viva el maquis! Tras las huellas de maquis, clandestinos y guerrilleros al norte del Bajo Aragón.

[2] Juan José Morales Ruiz, “Represión y discurso antimasónico en la España de posguerra: el caso de la banda de Alcañiz. UNED Calatayud, Conferencias y Artículos de profesores, UNED, 1998, pp. 19-32.

[3] AJTMB, PSO 31.429, folios 3 y 4.

[4] AJTMB, PSO 31.429, f. 20.

[5] AJTMZ, PSO 4128/40, f. 110.

[6] AJTMB, PSO 31.429, ff. 19-20.

[7] AJTMB, PSO 31.429, f. 2.

[8] AJTMB, PSO 31.429. Las citas textuales provienen del folio 3.

[9] Antonio Tellez, Sabaté. Guerrilla, pp. 74-75.

[10] El entrecomillado procede de AJTMB, PSO 31.429, f. 8v.

[11] AJTMB, PSO 31.429, f. 11v.

[12] La sentencia penó a los aragoneses Iglesias y Urreas con cuatro años y dos meses. La también aragonesa Hilaria Fontdevilla fue penada con 15 años.

[13] Dato en Antonio Tellez, Sabaté. Guerrilla urbana en España, p. 64.

[14] Los datos provienen de la entrevista con Carmen Estelles, Barcelona, julio de 2011.

[15] Minutos antes de ser ejecutado, Sauté declaró que su verdadero nombre era José Marín, que estaba casado y era hijo de Anselmo y María.

[16] Juan José Morales Ruiz, “Represión y discurso antimasónico”, pp. 29 y 32.

[17] AJTMB, PSO 31.429, ff . 128 y 129 y La Vanguardia (edición del 30-3-43, página 9). El rotativo catalán recogió el suceso citando la “Ejecución de nueve atracadores” y destacando a continuación que “Los reos recibieron los auxilios espirituales”.

[18] Para el caso de “La Monegal” ver Amadeo Barceló, ¡Viva el maquis! 

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